n el proceso de globalización que experimenta el mundo a partir de los años 90 se han extinguido países como la URSS, otros desfallecen, como Haití, otros quieren transformarse, como Puerto Rico, o fragmentarse, como podría ser el caso la Unión Europea. En la lógica de estos movimientos de reordenación casi cósmicos, surgieron otros como la Comunidad del Caribe (Caricom). En ella México es observador, pero no ha observado nada.
Urge remirar el área con una visión geopolítica. En cuanto a la seguridad regional, se demanda un examen de fondo, en busca de sus raíces, límites y proyecciones. Para delimitar su geografía, siguiendo la ruta de las manecillas del reloj, se tendría Florida; Bahamas; Cuba; Puerto Rico; Antillas Menores; Venezuela; Colombia; Ecuador; Centroamérica, incluyendo a Belice; la península de Yucatán; la costa mexicana del Golfo de México y parte de la texana. La convergencia de dinámicas en la zona la hace hostil para la ley y propicia para actividades criminales.
Para Estados Unidos el dominio militar del área es vital, pero por otros intereses tolera que en ella coexistan poderes adversos. Son organizaciones criminales de varias especies y para peor, son frecuentes los fenómenos sísmicos y meteorológicos, sequías y huracanes, como el reciente Matthew, que forman un medio de cultivo de violencia y miseria. En ella operan escuadrones de la muerte, las mafias de Florida, se lava dinero a placer, se ejecutan operaciones de tráfico de armas, producción y tráfico de drogas, todo tipo de contrabando, tráfico de personas y secuestros, extorsiones. Como efecto del Canal de Panamá, se reciben radiaciones negativas desde las grandes ciudades en las costas atlántica y pacífica de EU; desde África y del sureste de Asia. De este coctel resulta una zona de gestación de violencia de todo orden como hay pocas en el mundo. México no tiene o no se sabe que tenga un proyecto geopolítico con enfoque de seguridad nacional para conducirse positivamente dentro de tal energía.
La situación en el área tiene dos caras: la amable de la relación diplomática fraterna
y la de génesis de la violencia. López Portillo, personalista, sin más fin, apoyó la revolución sandinista. Las administraciones de Miguel de la Madrid y de Salinas de Gortari con el Grupo Contadora, la atención a los 40 mil refugiados guatemaltecos y la paz en la guerra civil de El Salvador, superaron la visión fragmentaria. Debe distinguirse que entonces la delicada situación actual no existía. Después se agregaron a ese atolladero desempleo y pobreza que crecieron cada día. Se sumaron las antiguas fuerzas paramilitares de varios países, que al desmovilizarse se asociaron al crimen.
Intolerancia política, guerra y hambre dispararon un torbellino de migrantes ilegales inesperado. Migraron entre ellos miles de maleantes ejemplificados para nuestro país por los mara salvatruchas salvadoreños. El cártel del Golfo se fortaleció con ese maléfico componente humano, y pasó a ser de un clan de contrabandistas a una franquicia del crimen trasnacional. Así de fuerte ha sido el impacto que no quisimos advertir.
De Cuba puede anticiparse que el previsible cambio político en la isla producirá desplazamientos demográficos, muchos de ellos sin destino plausible. Los conflictos internos en Puerto Rico y la inestabilidad política en Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador y más expresan claramente que algo está por venir y que algo habría que hacer, más allá de nuestras fronteras, distinto al Plan Puebla Panamá, que impuso el Banco Mundial a Vicente Fox.
Desde los años 80 y 90 México advirtió los avances que la violencia estaba logrando en la zona y los que vendrían ante la fragilidad de sus instituciones
, como se señaló. Se planteó que sin apoyo externo, México entonces sí dio, los países de la zona muy poco o nada podrían hacer para evitar su deterioro. De este medio de cultivo habríamos de perjudicarnos más allá de lo pronosticado.
Hoy nuestra política exterior se conduce con una visión pobre e innoble, ignora la realidad regional y denigra a oriundos de ciertos países que clasificamos como pertenecientes a nacionalidades restringidas
, dificultando o negando visas para entrar a nuestro país. Son El Salvador, Colombia, Haití, Honduras, Nicaragua, Guatemala, Cuba. México pretende operar un inútil cercado: la Coordinación Nacional para la Protección Integral de la Migración en la Frontera Sur, que nunca operó. La realidad sigue siendo la ineficiencia, corrupción y quebrantamientos de toda ley.
México tiene mucho que hacer para promover la estabilización de la zona en bien de nuestro prestigio y seguridad. Lamentablemente, hoy no tiene postura proactiva, estamos en una lamentable pasividad. El momento mexicano no parece dar la razón a la aseveración de que para las naciones hermanas de la zona, México sigue siendo un gran país, un país admirado, envidiable, pero de siempre recelado.