¿Un estado fallido?
n los albores de la alternancia electoral, la posibilidad de que empeoren las cosas es indeseable pero real, por la polarización política entre priístas y panistas-perredistas y la aplicación del doble rasero como vía para solucionar los múltiples problemas que dejó por herencia el duartismo.
En otro episodio de esta truculenta historia de corruptelas y abusos de autoridad, esta semana continúa la ocupación del palacio de gobierno por unos 50 alcaldes surgidos de los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, a quienes el gobierno estatal les confiscó más de 2 mil millones de pesos de participaciones federales para paliar sus infinitas deudas, con lo que prácticamente los puso al borde de la inoperancia y la quiebra; la misma receta aplicó a los propios ediles priístas, a quienes ya les prometió que serán los primeros una vez que la Federación autorice los recursos solicitados por el mandatario interino, Flavino Ríos.
Sin embargo, este paralizante escenario de la vida pública veracruzana, agravado por la singular revuelta de alcaldes, crea una inédita forma de expresión política, pues la anulación simbólica de la sede gubernamental al ser ocupada por autoridades municipales puede resultar a la larga muy costosa en términos institucionales porque diluye límites y sienta precedentes que pueden ser replicados por otras fuerzas políticas en circunstancias distintas.
Peor aún, es la muestra de la magnitud de la parálisis institucional, del manejo equivocado de los instrumentos a disposición de los personajes en la administración estatal, y de la facilidad con que se reconoce el desvío de recursos específicamente etiquetados para que los municipios paguen sus nóminas y realicen obras.
EEs una acción metainstitucional que presiona las reglas del juego, pero precisamente porque durante más de una década el estado fue gobernado por encima de las instituciones, con costos que aún están por verse. Meses de escamotear los recursos a municipios perredistas y panistas explican y justifican una acción que, es importante destacar, no ha sido violenta.