Pan de muerto
n estos días se hace patente la mezcla de nuestras dos principales tradiciones. En la mesoamericana, a finales de octubre se agradece por la cosecha, tanto a la madre tierra, como a los parientes que han muerto pero interceden por nosotros y por tanto están presentes en la vida cotidiana. En la católica se honra a los fieles difuntos. Como en otros momentos del ciclo agrícola, en este tiempo hay ofrendas de comida. Si bien el trigo llegó de fuera, los panes de distintas formas ocupan un lugar especial.
En sus formas se evidencian ambas culturas. Recordemos los corazones, las liras y los borregos de lugares como Morelos o Hidalgo. Son resultado de la presencia de los frailes desde la etapa colonial, pues se trata de símbolos católicos. Otros son los panes semejantes a un alamar; se asocian con la fertilidad por su forma de cadera. Más tardías son las pelucas
que semejan a las que se usaban hacia el siglo XVIII con un pequeño doblez en la punta. De ahí el dicho de tomar café con peluca
en los velorios. En las panaderías de Actopan las hacen por medida tomando como patrón una charola. Las roscas podrían ser de ambas tradiciones.
Otros panes son de raíz indígena, como los conejos que evocan a la luna; están en este caso también las decenas de figuras moldeadas a mano que son para los muertos chiquitos: peces, canastitas, caballitos, muñecos que evidencian la creatividad de regiones como la Huasteca, la zona purépecha, la sierra de Puebla.
En Oaxaca hay panes decorados con caritas hechas de pasta de colores. Ahí y en otros lugares del país se elaboran panes con forma humana que tienen pies; otros carecen de ellos, son las ánimas. Dejamos para el final las hojaldras comunes en el centro de México. Tienen un origen antiguo; están presentes por ejemplo en varios cuadros de Agustín Arrieta. Ahí su decoración muestra una flor, más que las canillas, las lágrimas y el cráneo que la imaginación de algunos ha querido ver, condimentando con versiones sin base histórica. Así asocian estos panes con el sacrificio humano entre los aztecas; incluso dicen que el azúcar roja en un corazón de pan, simula la sangre de princesas sacrificadas.
¿Les ofrendaría usted huesos y lágrimas a sus difuntos o más bien le entregaría, como ocurre, panes de regalo que acompañan a sus platillos y bebidas favoritos, a las frutas, a las flores? Nuestra cultura es tan rica que con documentarla hay material de sobra. ¿No cree usted?
La Casa de Artesanías del Gobierno de Yucatán, invitada por el Museo Nacional de Culturas Populares (Coyoacán), montó una ofrenda maya –Hanal Pixán–; podrá verse hoy martes y mañana también.