Opinión
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¿La Fiesta en Paz?

Paráfrasis sobre el arte de joder sin intención

Cataluña y Bogotá recuperados, ¿para quién?

Los que faltaron

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¿REGRESO A CATALUÑA?. Crece polémica luego de que el máximo tribunal español anuló en días pasados la prohibición local de realizar corridas de toros en Cataluña, pues afirmó que viola una ley nacional que protege el espectáculo. Sentenció que las autoridades catalanas pueden regular los espectáculos públicos e incluso prohibirlos, pero que en este caso prevalece la decisión del Congreso nacional de que la tauromaquia es parte de la tradición cultural de España. Arriba, el torero español Mario Palacios durante su pasada actuación en Las Ventas, en MadridFoto Afp
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ingún empresario se levanta pensando cómo joder a la fiesta de los toros”… pero lo consigue. Ningún candidato a gobernador es nominado por su partido para joder a su estado… aunque acaba haciéndolo. Ningún procurador de justicia pretende joder a las víctimas… si bien es notable su eficiencia en lograrlo. Ningún funcionario o comunicador se despierta con ánimo de joder a sus escuchas (sin comentario). O Ningún político se levanta pensando… no tiene tiempo. Y así hasta el infinito.

La realidad es que de los que se curan en salud afirmando que en ellos no hay intención de joder está lleno el camino de los jodidos, y más ahora que nuestra democracia ha tomado el camino de los adjetivos, discordantes y todo, que por acá el espíritu del cambio no conoce límites. Suponer que lo que decimos, incluso convencidos, corresponde a los hechos, es parte de la perversa belleza de las palabras y del ancestral pensamiento mágico.

Y todavía algunos ingenuos siguen a la espera de que un mandatario mexicano se atreva a pronunciar la palabra tauromaquia, desde luego sin externar juicio alguno al respecto, no vaya a resultar más verde que los antis u otro aficionado de clóset. Pero de acudir a una corrida de toros, ni disfrazado; la reacción de los asistentes sería fuerte, desde las mentadas en coro hasta el incendio inmediato del inmueble, pero con las puertas bloqueadas.

El ingenuo optimismo –¿o será redundancia?– que caracteriza a los aficionados resurge con nuevos bríos tras años de incertidumbre en los que una antojadiza y politiquera prohibición de la fiesta de toros en Cataluña y Bogotá fue recientemente declarada inconstitucional por los tribunales respectivos, abriéndose las posibilidades de que muy pronto vuelva a haber festejos taurinos en la comunidad autónoma y en la capital colombiana.

Urge, sin embargo, replantear la situación, como dijera el clásico, ya que los antecedentes que propiciaron sendas prohibiciones deben ser corregidos en el corto plazo si no se quieren nuevos embates de políticos seudomodernos o justificadamente nacionalistas. En el caso de Barcelona, durante décadas los propietarios de su plaza Monumental se han preocupado exclusivamente de recibir rentas, sin importarles los criterios taurinos de la empresa en turno, lo que acabó por sacar a la gente de una plaza que llegó a ser la más importante e internacional del mundo a mediados del pasado siglo. En el caso de Bogotá, una vez más el experimentado importador Felipe Negret se encargará de gestionar la Plaza Santamaría y preparar la temporada anual con figuras españolas y un francés, en esa vergonzosa tradición de las élites sudamericanas, empeñadas en importar toreros en vez de producir figuras nacionales de nivel internacional que reflejen y enorgullezcan a sus paisanos, compitan y superen a los importados. ¡Sacrilegio!

No hubo el anhelado golpe de timón que se esperaba de la nueva empresa de la Plaza México, que ofrece pocas novedades. Salvo Talavante, que este año hizo una gran temporada en su país, el resto de los que repiten ya mostraron su nivel y escasa capacidad de convocatoria, mientras toreros españoles con pundonor y hambre de ser como David Mora, Curro Díaz, Rafaelillo, Alberto Aguilar o Fernando Robleño, el colombiano Sebastián Ritter o el peruano Joaquín Galdós, brillan por su ausencia. Y luego se asombran de las consecuencias del nocivo ritmo cansino que caracteriza al negocio taurino.