nte la recta final de una administración política, se impone un balance inevitable para ver con objetividad, sin engaños ni mentiras mediáticas, lo que realmente quedó escrito y se está escribiendo en la historia de México, de la cual todos somos felizmente actores. O sea, todos somos responsables, por igual, de lo que hacemos, como también de lo que dejamos que se haga, para bien o para mal de todos.
La presente administración comenzó con el anuncio esperanzador de reformas estructurales
que vendrían a cambiar positivamente, nos dijeron, la vida del país.
Este futuro promisorio parecía garantizarlo, como primer paso de esta nueva historia, el Pacto por México entre las fuerzas políticas del país más significativas, o las mismas que se vienen repartiendo el poder por largos años.
Y surgieron las preguntas que revelaban desconfianza o incredulidad, como: el pacto
sí, pero ¿por cuál México? Si este iba a ser por el de siempre, el de arriba, no iba a cambiar nada; más bien, crecería la brecha entre mexicanos pobres y ricos, agudizándose más todavía el problema social que nos preocupa. Si este iba a ser, en cambio, por el México de abajo, habría real esperanza de que algo, por fin, cambiara.
Este pacto
se expresó de muchas formas, como mover a México
. Esto era verdad, y era urgente mover ya a este país que mantenemos estancado. Pero ¿hacia dónde lo movemos o dejamos que lo muevan? Recordamos entonces, la ruta de independencia, justicia y libertad, que nos marcó para siempre la sangre generosa de los héroes de nuestra patria que ahí están. No hay otra ruta para México que no sea: independencia, justicia y libertad.
Se ofreció sacar del hambre y la pobreza extrema
a 7.4 millones de mexicanos de entonces. Pero esta situación creció y se ha agudizado.
Se habló también de otras reformas, como la del sistema político mexicano. Pero ésta no ha logrado frenar la corrupción y el deseo desmedido de riqueza y de poder de muchos, de todos los colores, como nos lo están gritando desde Sonora y Veracruz, y desde otros lugares a lo largo del país.
Ante esta situación extrema y desesperante, otra vez se hacen presentes los pueblos originarios de México, y nuevamente, desde el corazón de las montañas del sureste mexicano, vuelven a gritarnos con derecho, basta
. Y nos dicen que vuelven a manifestarse para defender desde abajo, con resistencia y rebeldía
, el derecho a su territorio y el cuidado de la vida y la dignidad de cada persona, familia, colectivo, comunidad o barrio
, es decir, de todo México, de tanta voracidad capitalista nacional y trasnacional, que sigue generando, incontenible, muerte, violencia, despojo y destrucción
, y construir, en cambio, la paz y la justicia.
Valientes, anuncian ahora estar decididos a meterse hasta la guarida del dragón que ha corrompido, de tal forma, todo el sistema político mexicano, para nombrar, ante tal situación, un consejo indígena de gobierno, cuya palabra sea expresada por el valor y la dignidad de una mujer indígena que contenderá, en forma independiente, en el proceso electoral de 2018.
Advierten con sabiduría que no buscan el poder para mandar, como hacen los políticos de ahora
. Quieren rescatar la política que nace de abajo, desde el derecho del pueblo, al que deben obedecer sus servidores, a quienes él mismo elige.
Sólo un corazón incorruptible puede meterse en el lodo y no mancharse. Así es el corazón de estos pueblos. Lo sé muy bien.
Nueva luz se enciende desde los corazones y la palabra sabia de los pueblos originarios de México. Abramos los ojos, los oídos y el corazón.
* Párroco de San Andrés Apóstol y presidente de Jtatic Samuel, por una sociedad más justa AC