Irreverente, polémico y creativo, el músico celebra la vida con su regreso a los estudios
Pese a que su salud ha sido castigada por décadas de excesos, realiza esporádicos recitales
El hombre del bigote bicolor y enormes gafas ha marcado a varias generaciones con sus acordes
Domingo 23 de octubre de 2016, p. 8
Buenos Aires.
Nada frena el genio creativo de Charly García, ícono del rock argentino que este domingo cumple 65 años y, pese a su salud castigada por décadas de excesos, decidió volver a los estudios a seguir grabando.
Figura fundamental de la música argentina, el autor de Los dinosaurios, Demoliendo hoteles y Rezo por vos marcó a varias generaciones y trascendió fronteras.
Desde hace varios años, luego de una difícil rehabilitación, García optó por el ostracismo, apenas interrumpido por alguna esporádica participación en conciertos de grandes amigos o el show íntimo que brindó en febrero en un hotel de Buenos Aires para los Rolling Stones.
Pero la música es la sangre que corre por sus venas y lo que lo mantiene vivo. Su amigo y músico Fernando Samalea reveló meses atrás que García volvió a grabar y en septiembre reapareció sobre los escenarios para tocar junto a Raúl Porchetto y reditar por una noche la banda PorSuiGieco que integró en los años 70. Fiel a su estilo, que los años no lograron aplacar, García terminó su participación arrojando el micrófono fuera del escenario al grito de basta de política
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Rompió moldes
Carlos Alberto García Moreno, su verdadero nombre, nació el 23 de octubre de 1951 en Buenos Aires, en el seno de una familia acomodada que le inoculó el amor a la música y con apenas cinco años de edad lo envió a un conservatorio. Allí aprendió a tocar música clásica y a los 12 se recibió de profesor de teoría y solfeo. Pero rebelde desde pequeño, enseguida rompió los moldes y a inicios de los años 70 formó la banda Sui Generis junto a Nito Mestre.
Editaron tres discos, Vida (1972), Confesiones de invierno (1973) y Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974), cuyos temas se convirtieron en himnos para millones de jóvenes como Canción para mi muerte, Mr. Jones, Rasguña las piedras y Aprendizaje.
Tras una histórica despedida con el álbum Adiós Sui Generis, el grupo se disolvió y García encontró nuevos caminos en PorSuiGieco y La Máquina de Hacer Pájaros hasta que en 1978, en plena dictadura militar en Argentina, armó la banda Serú Girán, icónica del rock nacional, junto a David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro.
Sus temas desafiaron al régimen militar y sembraron una pasión por el rock argentino que ya no se pudo apagar con represión ni censura.
Canciones como Eite Leda, Seminare y Canción de Alicia en el país de abrieron un camino al que se sumaron nuevas bandas e hicieron florecer una época histórica del rock argentino.
García decidió en 1982 lanzar su carrera solista. Grabó la banda de sonido del filme Pubis angelical, de Raúl de la Torre, y luego editó una trilogía fundamental para la música nacional: Yendo de la cama al living (1982), Clics modernos (1983) y Piano bar (1984).
Su bigote bicolor y las enormes gafas que utilizaba se convirtieron en la marca registrada de Charly García, que siguió generando música a granel y editó numerosos discos.
Un genio de la música que se fue enredando en un laberinto acelerado de drogas, alcohol y rocanrol. Llegaron Parte de la religión (1987), Filosofía barata y zapatos de goma (1990), la ópera rock La hija de la lágrima (1994) y Say no more (1996), entre otros discos, al tiempo que los excesos comenzaron a complicar sus presentaciones en vivo y su salud.
Tiempos convulsionados
En el año 2000, García protagonizó un enorme escándalo en la provincia de Mendoza al agredir a una de sus admiradoras, golpear a un cronista y, poco después, zambullirse en una piscina desde el noveno piso de un hotel, a una altura de al menos 16 metros.
Los tiempos convulsionados continuaron y en 2008 su salud le dio un gran llamado de atención. Se internó para realizar un tratamiento de rehabilitación y el músico argentino Ramón Palito Ortega le cedió una residencia de fin de semana en las afueras de Buenos Aires para que iniciara una nueva vida.
Cambió las paredes pintadas con desprolijos grafitis de su departamento en la capital por días de campo y bajo estricto seguimiento médico. Otros problemas de salud volvieron a poner en jaque a García, pero una y otra vez –para sorpresa de muchos– el hito del rock argentino salió adelante para celebrar la genialidad de su música.