Propuesta a tricolores, verdes, azules, amarillos, rojos y rosados metidos a antitaurinos
rimero un regalito a prohibicionistas, animalistas y demás: ¿Cómo puedes pertenecer a sociedades protectoras de animales y al mismo tiempo tener en el corazón instintos criminales?
La cuestionadora frase es de Vainica Doble, un inteligente dueto español femenino de finales del pasado siglo, y muestra la barbarie que entraña invocar el respeto a la vida animal a costa de la historia, la libertad y la vida humana.
Como la sensibilización de algunos legisladores suele ser cíclica, ya vuelven a amenazar con prohibiciones diversas relacionadas con el espectáculo taurino en particular y peleas de gallos y jaripeos en general, plegándose por enésima vez a los dictados del pensamiento único seudocivilizatorio, que en realidad busca debilitar el patrimonio cultural inmaterial, los valores identitarios y la memoria colectiva de los pueblos, sobre todo de aquellos con gobiernos dóciles a esos mandatos.
¿Hace cuántos años no escucha usted a un mandatario mexicano mencionar siquiera la palabra tauromaquia, no digamos pronunciarse acerca de ésta? En el otro extremo, ¿cuántos gobernadores de la coalición PRI-Verde son taurinos y han apoyado la fiesta de los toros en sus entidades con el disciplinado silencio de sus aliados verdes oportunistas?
Ante el nuevo embate prohibicionista, estos legisladores globalizonzos primero tienen que determinar, no inventar, mediante muestreo estadístico, qué porcentaje de la población total de la Ciudad de México y zona metropolitana asiste a corridas o novilladas en la Plaza México, cuyas 42 mil localidades se llenan quizá una vez al año, mientras que el resto de las entradas apenas alcanzan una media de 20 por ciento del aforo. Promediada la asistencia anual al degradado espectáculo, sacar el porcentaje que corresponda a jóvenes menores de 14 años, y de éstos cuántos acuden regularmente a la plaza acompañados de un mayor. De ese reducido segmento de menores, establecer una muestra aproximada de cuántos de ellos se distraen con lo que sea y cuántos reciben oportuna explicación de las suertes, tercios de la lidia, terrenos, pintas, encornaduras y comportamiento de las reses de parte de sus mayores.
Hace dos décadas una encuesta revelaba que casi 70 por ciento de los asistentes adultos sabían algo, poco o nada
de tauromaquia, y la experiencia demuestra que la gran mayoría de quienes llevan menores a las plazas se desentienden de éstos o les compran comida y refrescos y los llevan al baño, generalmente a mitad de las faenas. Cuando los compasivos congresistas tengan cifras confiables del número real de menores que acuden a la Plaza México pero no reciben ninguna explicación sobre los detalles de la función, realizar un enésimo estudio estadístico para concluir qué porcentaje se volvió violento o intentó repetir en casa, con su mascota, alguna de las suertes que vio en la plaza.
Tamaña estupidez ha sido manejada por impresentables legisladores que en su oportunismo más que en su amor por los animales y su taurofobia sostienen que ha habido casos, sin precisar cuántos, de niños que quisieron banderillear al gato con tenedores o estoquear al perro con un cuchillo, sin saber si lo lograron o recibieron certero arañazo u oportuna mordida. Mientras tanto, ¿seguirá la nueva
legislatura cumpliendo consignas foráneas en vez de atender problemas reales de la ciudadanía? No se hagan bolas, tíos Lolos, la violencia en aumento tiene otras raíces.