El Bronco y los independientes
Mal gobierno en Nuevo León
Duarte sigue mandando
MiYuLi: graves acusaciones
aime Rodríguez Calderón, autodenominado El Bronco (de manera tan pretenciosa como malograda), confirmó ayer en Monterrey que lo suyo es nada más el espectáculo y, dentro de este rubro, la farándula electorera. Ante el Congreso de Nuevo León, y con motivo de su primer informe de actividades, el primer gobernador llegado al cargo bajo la etiqueta de independiente
sostuvo su intención de ser candidato a la Presidencia de la República.
La premisa a partir de la cual el seudobronco se postularía para vivir seis años en Los Pinos suena irrisoria, si se le quiere ver desde un flanco amable, o insultante para los neoleoneses si es analizada con rigor: si resuelve
los problemas del muy importante estado norteño, Rodríguez Calderón dejaría el cargo para ir tras la Presidencia de la República (con lo cual condenaría a sus hasta ahora gobernados a un retroceso inconcebible: abandonar el barco justo cuando de manera insólita se hubiera enderezado, colocándolo egoístamente en evidente riesgo de recaídas); pero, si no los resuelve, entonces seguirá como gobernador por el resto del sexenio local (con lo cual condenaría a sus paisanos a ser confesamente mal conducidos por un personaje que quiso dejar el cerro de la Silla para instalarse en la Ciudad de México pero, por los malos resultados estatales, habría de anclarse remolonamente en la tierra natal).
En realidad es un falso dilema el que plantea el ocurrente personaje que fue priísta de estilo clásico durante décadas y de pronto fue empujado por empresarios y políticos de toda laya para una simulación de rebeldía y novedad. Hasta ahora, en su primer año al mando de Nuevo León, los resultados son absolutamente negativos. La corrupción gubernamental se ha mantenido como práctica multiforme, tal cual pudo advertirse en el episodio llamado el cobijagate, de compras a precios inflados, que fueron detectadas y denunciadas pero no merecieron castigo real. Se mantienen los índices de inseguridad pública y los cárteles criminales siguen ejerciendo formas de control, como pudo verse ayer, el día del informe bronco
, con una riña más en el penal de Topo Chico.
Mención aparte merece la profusión declarativa practicada por Rodríguez Calderón, primero como candidato estatal cargado de promesas de fácil emisión pero dificilísimo cumplimiento, y ahora, ya como gobernador en funciones, con malabarismos verbales en busca de convencer por Facebook y a través de medios convencionales de que la realidad es menos atroz de lo que los gobernados la perciben.
A fin de cuentas, el experimento practicado en Nuevo León, y sus malos resultados a la fecha, también definen lo que se puede esperar de la figura (ya no tan) de moda de los candidatos independientes
. En términos generales y salvo excepciones, tal innovación se ha mostrado solamente como una vía distinta para maniobras políticas en busca de encubrimientos. La política en México se mueve a partir de componentes monetarios y mediáticos, de tal manera que la mayoría de los independientes
(como en su momento lo hizo el cuaco Bronco, que ha terminado en pony de feria) deben encontrar mecanismos discretos para contar con esos favores. Y, más allá de sus intenciones expresas, la mayoría de los actuales precandidatos independientes
terminarán sumándose a opciones partidistas que desde ahora pueden percibirse, o se mantendrán en su postulación individual para restar votos a determinada opción indeseada.
Como en cinta de mafiosos, las apuestas políticas suben montos y riesgos en el casino Veracruz. Tal como se preveía, el muy malo de la película, Javier Duarte de Ochoa, dejó a un propio a cargo del negocio estatal. Flavino Ríos Alvarado pasó de ser el segundo de a bordo del gobernador Duarte a ser el segundo de a bordo, pero con título de gobernador interino, para dar continuidad y protección a las mismas hechuras del ahora ex gobernador Duarte. Es decir: lo mismo, pero diferente
. Así se mantiene en favor del duartismo el control del aparato estatal, de sus cuentas y secretos.
Frente a tales artificios, Miguel Ángel Yunes Linares, el panista que también cumple con el rol de muy malo de la película (rara producción jarocha, con dos villanos en pugna y ni un solo aspirante a héroe), ha lanzado una acusación y una amenaza, ambas graves. Así lo dijo el muy enriquecido gobernador electo, a quien llaman MiYuLi: “No quieren que llegue a gobernador porque saben que tengo información que cimbrará a México y que a partir de que tome el cargo tendré los instrumentos para profundizar aún más en el conocimiento del destino final de los recursos robados a los veracruzanos’’.
En un sistema de acendrado presidencialismo, como sigue siendo México, a pesar de la disfuncionalidad política de quien ocupa actualmente la silla del máximo poder, solamente en Los Pinos podría incubarse un plan de golpismo estatal que pretendiera impedir a un mandatario electo (así sea Yunes Linares) que tome posesión de un cargo electoralmente ajeno ya a impugnaciones. Lo que dice el panista, antes priísta y gordillista, embona con análisis y especulaciones como las que aquí se han hecho al respecto (en la anterior entrega de Astillero se habló del intento de canje de piezas: el priísta Duarte por el panista Yunes).
A esa delicada imputación, Yunes Linares ha agregado la versión de que tiene información que cimbrará a México
, pero la cual podrá ser perfeccionada a partir de que él tome posesión de la gubernatura. De esa manera hace sentir (¿podría decirse que es un chantaje?) que si le impiden llegar al cargo será, entre otras cosas, para que no difunda tal bomba noticiosa. No es novedosa la versión de que el saqueo de las finanzas veracruzanas tuvo entre otros destinos el financiamiento parcial de la campaña presidencial priísta de 2012. Tales son los niveles del intercambio de metralla política mafiosa, mientras en Los Pinos afinan detalles rumbo a consignaciones judiciales no sólo contra el sacrificado Duarte, sino contra el también indefendible Yunes Linares. ¡Hasta mañana!
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