Opinión
Ver día anteriorLunes 5 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La razón de todo el mundo
E

l presidente Enrique Peña Nieto es el timonel de un barco que navega errático por el mar proceloso de la política, nacional e internacional, hostigado por los huracanes de la economía que nos tienen en bancarrota y por el mar de fondo de la inseguridad, la corrupción y la amenazante delincuencia organizada. Ante este panorama desolador, invitar a Donald Trump y actuar en forma tan mediocre ante él, fue dar un golpe de timón que empeoró la situación del buque y puso en riesgo a capitán, tripulantes y pasajeros.

Ante el inmediato reclamo generalizado, verdadera gritería en su contra, atina a decir en su defensa que él no gobierna para ser popular, que lo que hace va encaminado a cambiar a México y que vamos bien. Nadie se lo cree y comentaristas renombrados, así como usuarios conocidos y anónimos de las redes sociales muestran su indignación prácticamente a coro y sin director a la vista, sólo su gabinete lo defiende y no todos.

La verdadera granizada de críticas casi unánimes lo agobian y lo tienen nervioso. Elude la comparecencia personal ante el Poder Legislativo y prefiere hablar con un grupo de unos 300 jóvenes especialmente escogidos para escucharlo y para cumplir un libreto previamente preparado de preguntas y respuestas. Sin embargo, afuera, la protesta, la crítica, la condena, continúa despiadada en su contra; la publicidad que trata de calmar las aguas con una capa de aceite, ahora no da resultados.

Todo este proceso de reacciones originadas por la imprudente invitación a un, para nada emboscado, enemigo de México y de los mexicanos, me recordó una anécdota y una frase atribuida a Mirabeau. No recuerdo la fuente ni los detalles, pero en esencia es así: Mirabeau discutía con otros nobles franceses atónitos ante la violencia de la revolución, asustados por la toma de La Bastilla, perplejos ante la algarabía rebelde de populacho de París, alguien entre quienes le argumentaban razones en contra del actuar popular dijo impaciente: están equivocados, no tienen razón; Mirabeau, ese aristócrata y tribuno brillante, en esa ocasión no dijo un largo discurso, contestó secamente: Cuando todos se equivocan todos tienen razón.

Peña, Osorio Chong, Videgaray, Gamboa, sus socios, los dirigentes panistas, los chuchos, pueden estar creyendo que la condena unánime a esta última torpeza política ante una expresión equivocada, pasará sin mayores efectos. Y esto parece que ahora no es así; en mi opinión, estamos ante un quiebre mayor, un cambio de dirección novedoso, que no proviene del mal timonel o de los marineros más cercanos a él, sino de los pasajeros amotinados.

Oí un comentario al respecto: Qué bueno que Peña no tiene un cargo en TvUNAM y que su jefe no es el rector; ya estaría fuera. Su posición, como sabemos, es mucho más alta que la de Nicolás Alvarado y de muchas más responsabilidades; en caso de que, como pide tanta gente, tuviera que abandonar el cargo por su penosa actuación ante el energúmeno al que invitó a su propia casa, este nuevo añadido a las precedentes pifias, sospechas, muestras de incapacidad y de inexperiencia, no sería tan fácil como sustituir al director de un canal de televisión, los resultados no serían tan sólo de alguien despedido y se acabó, las consecuencias políticas serían impredecibles. Por ello hay que estar preparados, hay que pensar en esa posibilidad. Ese es el papel de quienes actúan en política.

En esa hipótesis, la separación del cargo más alto de la política del país produciría una crisis; en efecto, sí, todos tienen, tenemos razón, según la tajante afirmación de Mirabeau, a pesar de estar equivocados, tendremos que prever. La salida que se exige a través de expresiones extremas de indignación popular, significaría más que una crisis política, se parecería a una de esas curaciones violentas que sacuden al cuerpo del enfermo al tiempo que lo sanan; sin embargo, la enfermedad social es tal que una cura tan radical podría ser necesaria.

Si la carga de opiniones contrarias, exigentes, críticas y unánimes continúa, debemos tener previsto el procedimiento, por si acaso; ante la falta del presidente después del cuarto año de su mandato, se aplicaría la segunda parte del artículo 84 de la Constitución, el procedimiento en el texto de nuestro ordenamiento constitucional es claro y parece sencillo. El secretario de Gobernación asume provisionalmente el cargo por un término no mayor de 60 días y el Congreso dentro de ese plazo designa un presidente sustituto que termine el periodo de quien se separa del cargo.

Hay que ir pensado en ello, como dice el refrán, si todos estamos equivocados por eso todos tenemos razón, más vale prevenir que lamentar.