n la historia reciente de la educación en México nunca como ahora se había presentado una propuesta con tanta improvisación, carencia de legitimidad y ausencia de claridad en los planteamientos e ideas educativas, sociales y culturales, como la actual mal llamada reforma educativa.
Los errores en la propuesta educativa del gobierno de Enrique Peña Nieto son fiel reflejo de un gobierno débil e inseguro. Algunos analistas como Gil Antón y Alberto Arnaut han señalado que el actual primer mandatario es producto de Televisa y la empresa de televisión pensó que un gobierno sexenal es como una telenovela de seis capítulos, uno por año, todos malos, e igualmente improvisados.
Desde el llamado Plan de 11 años, pasando por la reforma educativa de Luis Echeverría Álvarez, el Plan Nacional de Educación de José López Portillo y el proyecto de Modernización Educativa ideado por De la Madrid y Carlos Salinas, hubo cierto nivel de claridad en cuanto al curso de acción de las políticas en la materia. La Secretaría de Educación Pública (SEP) se dejaba ayudar de cierta manera, en momentos específicos, por investigadores. Pablo Latapí es un personaje emblemático en esta historia; sirvió de contrapeso y animó verdaderos debates educativos en los espacios donde él confluía. Podemos estar en favor o en contra de sus ideas y su estilo de hacer análisis de las políticas educativas, pero Latapí es un clásico en la investigación y el análisis de la educación en nuestro país.
La crisis del gobierno ha contagiado los espacios académicos. El llamado modelo educativo tiene ocupados a muchos analistas e investigadores, siendo un documento insípido que servirá para muy poco.
El gobierno actual pervirtió el potente concepto de reforma educativa. A partir de una caricatura deforme quiso presumir que estábamos ante una obra de arte, y aquí estamos muchos atorados en viejos debates, sin poder avanzar. La parte más triste y más desfavorable del gobierno actual, junto a su incapacidad para diseñar una propuesta coherente que dé rumbo y soporte al presente y futuro de la educación en nuestro país, es su falta de disponibilidad para debatir, para hacer circular las ideas, para hacer una autocritica de su actuación y para reconocer que se han equivocado en el galimatías que ha diseñado y al que erróneamente llamaron reforma educativa.
Hoy en día vivimos un paralelismo en el diseño de las propuestas. Por un lado, el gobierno sigue empecinado en su complejo proceso de cometer errores y, por el otro, los analistas, investigadores, académicos e instituciones educativas seguimos en un debate permanente, produciendo propuestas y contrapropuestas. En el centro de dicho espacio, los maestros movilizados nos reclaman que los visibilicemos y les permitamos hacer uso de su voz y sus propuestas. Estamos inaugurando la cultura de la sordera institucional, cada loco con su tamborcito espera que lo escuchen los demás, pero nadie escucha, y son pocos los que hablan.
Necesitamos un dispositivo que destrabe el estado actual de cosas, un recurso estratégico que siente en una mesa de diálogo a los sordos y los obligue a escuchar, y un mecanismo versátil que garantice que el gobierno sí puede corregir el rumbo de la educación en este país.
En educación pública seguimos en caída libre desde el aparato de gobierno y el abismo aun está muy lejos, por favor, hay que parar y corregir el rumbo.
*Profesor e investigador de la Unidad 141 de la UPN.