S
í, es arritmia, sin ritmo, pero con ritmo especial. Un ritmo único irrepetible. Sin ritmo ya no es un ritmo. El punto como signo arrítmico. Existe la arritmia sinusal extrasistólica. Muchos la padecen
, hasta la autora Angelina Muñiz Huberman: sensación del ritmo inatrapable, nunca satisfecho. Algo grave, serio, profundo, que conjurar, provocador de misterio. Caída brusca de la conciencia en lo inefable. Poder misterioso que diferencia. Poder, no actuar.
La verdadera lucha con el ritmo es adentro, un espacio mental (no lugar) para el diálogo interno con la palabra que vincula –Arritmia; Morada interior y Cosas veredes hacia Malinalco
de Angelina– que surge de repente, irrepetible. Escenarios que cambian significados que aparecen y desaparecen. Magia del ritmo que no bombea suficiente sangre y las aurículas pierden coordinación de lo escondido que adormece estímulos cotidianos repetibles que irritan los otros; más secretos incontrolables: los de la imaginación, siempre limitada de todos modos por la realidad. Ya que no se puede imaginar lo que no existe.
Espacio síquico de Angelina y Alberto, pareja fusionada de letras arrítmicas que encuentran ritmo, replegado, distante, contemplativo por medio de la articulación de las palabras antes aisladas. Asisten desde el cielo científico-literario de los esquemas de una sociedad electrónica a los infiernos desatados de lo más subjetivo (los marginales que todos llevamos dentro). Desdoblamiento angustioso, en que los Muñiz Huberman (imposible hacerlo sola) se ve obligada a vivenciar el espectáculo de la otra mitad; la sombra, lo oscuro, lo maldito y querido por ignorado.
Angustia del ritmo, jeroglífico que se torna palabra nacida en la relación de pareja. Necesidad siempre insatisfecha de ternura, quietud acariciada y acariciante, soledad compartida. Fantasma femenino, ilogicismo de vida interior, liberado de lógica consciente. Espacio que construido por Angelina y Alberto quiere perderse en la montaña malinalca… que tiene a su vez una lógica escondida, misteriosa, perversa por desconocida que el hombre y la mujer no han podido conjurar. Rencontrar la parte perdida, conciencia rasgada nunca resignada del mal o la desgracia. Cosas veredes.
Este buscar del ritmo oculto implica borrar el andamiaje consciente de la palabra repetida y aburrida. El descontrolar que da paso a otro ritmo desconocido que llevamos dentro, sabemos que está y no conocemos. Sólo se da en la representación mental arrítmica de la palabra. Poesía de Angelina que no tiene mapas, ni esquemas, es su opuesto, el dolor de vivir al rechazar la dulce geometría triangular aprendida –arquitectura inconsciente– en que está presente, la muerte; el sonido negro, el mal radical que se escapa: Cosas veredes.
Arritmia: abrir en canal, desarticular, desmembrar
. Barroco edificio de imaginería, confuso como mis incongruentes escritos. Vacío enmarcado de latidos caóticamente vivenciados. Comunicación con los misterios, lo ingobernable. Dramático manifiesto de lo vulnerable del ser humano, el desamparo original, vestido en el dolor del ropero de utilería de la compulsión a la repetición cotidiana. Cárceles cervantinas sin rejas, escondidas en el inconsciente (otro tiempo y espacio). Exacerbación instintiva que supone desdoblarse y darle una larga torera al arrítmico acelere del amor a la muerte…