a llamada crisis migratoria en Europa ha producido tragedias impensables que han movido los reflectores del mundo entero con miles de seres humanos ahogados en el mar. Los que han logrado alcanzar tierra han sido detenidos bajo condiciones infrahumanas o han quedado bloqueados ante vallas de alambre de púas, y sólo unos pocos alcanzan a llegar a países dispuestos a asilarlos. Entre ellos destacan Alemania y Suecia; este último ha puesto en marcha programas para integrarlos a través del aprendizaje de la lengua, y los niños se incorporan a la escuela, lo que hace gala de una solidaridad que está muy lejos de ser la constante en el viejo continente.
Los flujos migratorios se han convertido en crisis debido a la respuesta de la mayoría de los países europeos que se niegan a poner en práctica lo que, de hecho, es un deber. Esta llamada crisis migratoria ha favorecido conductas racistas, xenófobas, y por supuesto los conservadores han visto la oportunidad de dar vuelo a sus ideas; son el caldo de cultivo para profundizar en el rechazo a los migrantes por buena parte de las sociedades europeas que se sienten amenazadas por perder su bienestar y su tranquilidad.
Caracterizar estos flujos en el concepto de crisis migratoria
sugiere de forma casi inmediata caos, problemas, pérdidas, desorden. Lo más importante es que produce la percepción de que la solución de los conflictos, supuestamente creados por los migrantes, requiere de gobiernos enérgicos y fuertes capaces de salvar sus beneficios y confort. No importa que sus discursos sean demagógicos y falten a la verdad, mientras apliquen el orden. Se trata, por supuesto, de gobiernos conservadores y ultraconservadores.
Esta perspectiva enmarca el fenómeno en un falso debate que impide poner de relieve las causas profundas de estos movimientos humanos, al diferenciar a los migrantes por motivos económicos de los refugiados y justificar la deportación sin más trámite de los primeros. En realidad, ambos grupos están forzados a moverse por razones de sobrevivencia, física o económica, hermanados por la urgencia de encontrar trabajo.
En el continente americano también se viven crisis migratorias, como la que se produce en el llamado Triángulo del Norte, formado por Guatemala, El Salvador y Honduras. Se trata de personas que huyen de las bandas de criminales, extorsionadores, secuestradores, de las crueldades de los cárteles, etcétera. El destino de cientos de miles de centroamericanos ha sido la deportación tanto desde Estados Unidos como desde México, que aplica la estrategia de disuasión diseñada por Barack Obama a través del llamado Plan Frontera Sur (The Guardian).
Sin embargo, después de que en Estados Unidos algunas autoridades admitieron que han fracasado en atender el fenómeno de los migrantes centroamericanos que escapan de la violencia, el gobierno de Barack Obama ha anunciado un acuerdo con Costa Rica para que ésta ofrezca protección temporal a las personas que huyen de Centroamérica. Aunque este proyecto tiene importantes debilidades, es sin duda un paso adelante. Por primera vez, desde un planteamiento internacional se otorgará protección a un grupo que previamente había sido considerado como migrantes por motivos económicos (The Guardian).
Si bien estos acuerdos son alentadores, es imperativo reconocer que las verdaderas causas de estas tragedias humanas son generadas por el sistema capitalista en su fase neoliberal que ha producido un crecimiento desmesurado de la pobreza, como forma de mantener beneficios extraordinarios para una ínfima parte del planeta.