n 1996 salió al mercado, con el sello Ondine, un disco compacto con música de singular belleza que contiene dos obras del gran compositor finlandés Einojuhani Rautavaara (1928-2016). La primera es su Sinfonía No. 7, titulada Ángel de luz, que data de 1994.
Desde los primeros compases de su primer movimiento, la obra pinta expansivos e intemporales paisajes sonoros y espirituales que son, en buena medida, un reflejo puntual del estilo maduro de Rautavaara.
Este primer movimiento (Tranquillo), deslumbrantemente orquestado, tiene su consecuencia lógica en el tercero (Come un sogno), en el que el ambiente expresivo del primero se enrarece y decanta aún más, a través de un flujo musical continuo que es como el oleaje de un mar en relativa calma, todo ello orquestado de una manera iridiscente.
La otra obra contenida en este disco es Anunciaciones, un concierto para órgano, grupo de metales y orquesta de alientos en el que, en el contexto de una escritura igualmente eficaz, Rautavaara crea atmósferas distintas, ancladas sobre todo en armonías más severas y ásperas, y en episodios en los que prevalece un estado de ánimo rudo y por momentos áspero; los contrastes de la pieza han sido expertamente calibrados por el compositor.
El atractivo sonoro de la música contenida en este disco es innegable, lo cual no disminuye la sorpresa de un dato insólito: ese disco compacto se convirtió en un éxito de ventas por todo el mundo, y con plena justicia.
Es preciso añadir, sin embargo, que el concepto de éxito de ventas
en este contexto nada tiene que ver con los números ridículos que alcanzan las ventas de tanta inframúsica que circula por el mundo, en detrimento de nuestro oído, nuestro cerebro y nuestro espíritu. Sin embargo, no deja de ser notable la amplia circulación que ha tenido un cedé que contiene dos obras de gran formato (sinfonía, concierto) de un compositor finlandés contemporáneo, obras en las que además Rautavaara no ha hecho ninguna concesión al gusto del público a través de recursos como el neomedievalismo místico o el neofolclorismo pintoresco que tan buenos dividendos han dado a compositores de menor valía.
El aprecio internacional que se tiene a la sinfonía Ángel de luz (que incluso ya ha sido interpretada en México) es sólo una muestra del sitio preminente que ocupa Einojuhani Rautavaara en el ámbito musical del mundo contemporáneo.
Su reciente muerte invita a recordar algunos datos importantes de su trayectoria y de su música, entre los cuales resalta de manera singular el hecho de que ahí donde otros compositores (tanto entre sus paisanos como en otras latitudes) se han desarrollado con base en una evolución orgánica, de transiciones continuas, Rautavaara se caracterizó por sus abruptos cambios de estilo, que lo colocan claramente en el sitio de un experimentador aventurero, cosa que pudiera parecer contradictoria tratándose del compositor considerado el gran decano de la música finlandesa del siglo XX.
En un texto sobre la música de Finlandia en la posguerra, el compositor Kalevi Aho (quien fue uno de los alumnos más destacados de Rautavaara) menciona que su maestro escribió música cimentada en la gran tradición nacional (léase Jean Sibelius), obras de una brevedad casi aforística, piezas en las que se aproximó al cromatismo total y, más tarde, como la mayor parte de sus colegas contemporáneos, Rautavaara pasó por una fase de exploración del dodecafonismo y la música serial, para probar de inmediato un sendero más cercano a un nuevo romanticismo y finalmente encontrar un camino propio y distinto a todos estos antecedentes.
Como prueba de la capacidad de síntesis de Rautavaara, Kalevi Aho menciona en su texto su Tercera sinfonía, en la que el compositor combina el uso de la técnica dodecafónica con una armonía cercana al mundo tonal y, a la vez, un espíritu expresivo cercano al de Anton Bruckner.
Y como prueba de su anclaje estético fundado en la tradición clásica, hay que mencionar que los ejes principales de la producción de Rautavaara son la ópera, la sinfonía, y el concierto
En este último rubro, fue creador de una de las obras más imaginativas de nuestro tiempo: Cantus arcticus, concierto para pájaros y orquesta escrito en 1972 por encargo de la Universidad de Oulu.
Quizá uno de los mejores homenajes posibles a Einojuhani Rautavaara sea imaginar una interpretación de Cantus arcticus con solistas en vivo…