Río de Janeiro.

Cansados de ataques racistas e insultos, muchas veces de sus propios compatriotas, los atletas brasileños contratacan.

Esta medalla es para todos los que dijeron que tenía que estar en una jaula, dijo con lágrimas y el metal de oro al cuello la judoca Rafaela Silva, de 24 años y oriunda de la favela Ciudad de Dios, instantes después de ganar el título en la categoría de 57 kilogramos.

La hinchada de Brasil suele ser dura. Muchos futbolistas reciben insultos discriminatorios en la cancha o por Internet, inclusive de fanáticos de su propio club si su desempeño no es satisfactorio.

En los estadios olímpicos de Río, las gradas son mayoritariamente de personas blancas. Los negros son limpiadores, agentes de seguridad... o atletas.

Tras su descalificación en Londres, Rafaela se sentía mal; se quedaba en casa, siempre acostada. No fue la derrota lo que la afectó, fue el racismo, declaró su padre Luis Carlos.

Pero tras conseguir la presea dorada, Silva se ha lanzado a una nueva batalla: combatir los actos discriminatorios con el arma de su nueva popularidad.

Silva lamentó que cuando salen notas en la prensa brasileña sobre negros, usualmente es sobre uno asaltando a alguien. Ahora uno de ellos no está delinquiendo sino dando alegría al pueblo brasileño. Quiero mostrar que tenemos cosas buenas y no sólo malas.

Precisamos luchar. Quiero al pueblo negro en el mando de este país. Quiero ver uno de ellos como diputado, senador, gobernador, médico, ingeniero, juez, ministro de Estado, dijo Luislinda Valois, primera magistrada negra de Brasil.

La nadadora brasileña Joanna Maranhao fue atacada duramente en las redes sociales después de perder en 200 metros mariposa.

No es posible que alguien te desee que te violen o que mueras. No tienen por qué quererme, pero es necesario tener respeto, dijo la deportista el pasado martes, llorando tras la derrota.

Maranhao no es negra, pero fue atacada por su origen –es de Recife, en el noreste pobre del país, mayoritariamente negro– y también por ser de izquierda.

Brasil es un país machista, racista, homofóbico y xenófobo. No generalizo, pero hay personas así, infelizmente, dijo Maranhao, quien aseguró que aunque su posición política sea minoritaria –apoya al partido de extrema izquierda PSOL–, no cambiará.

En su cuenta de Twitter anunció que la próxima semana su abogado presentará denuncias contra quienes la agredieron y con ese dinero ayudará a la ONG Infancia Libre, que lucha contra la pedofilia.

A todos los perfiles verdaderos que vinieron hasta aquí a denigrar, ofender e insultar: ¡muchas gracias! El odio de ustedes será revertido para una buena causa, el combate a la pedofilia, advirtió.