n recientes estimaciones sobre posibles escenarios económicos para lo que resta de 2016 y para 2017 se mantiene que las perspectivas de crecimiento de la economía global serán limitadas, e incluso ligeramente menores a las de hace tres meses. El FMI advierte que el crecimiento económico en 2016 será de 3.1 por ciento y de 3.4 en 2017. Como ha venido ocurriendo desde hace casi 10 años los países desarrollados crecerán 1.8 este año y el siguiente, en tanto los emergentes lo harán en 4.1 y 4.6 por ciento en 2016 y 2017. El dinamismo global sigue estando determinado por lo que ocurre en el mundo en desarrollo.
El dato reciente de mayor relevancia es la recuperación del mercado petrolero, iniciada desde mediados de febrero, así como de los mercados financieros. A nivel global ha implicado que los países exportadores mejoren sus ingresos por ventas de crudo y, consecuentemente, reduzcan los sobrecostos de sus colocaciones de deuda soberana. Para México la recuperación del precio de la mezcla exportada ha sido significativa: en diciembre pasado el precio mensual promedio de lo que exportamos fue de 28.7 dólares el barril, tres meses después fue de 29.4, pero para junio de este año llegó a 40.2 dólares, lo que implica una recuperación de 40 por ciento.
Un cambio en el precio del crudo de esta magnitud, multiplicado por el volumen exportado, mejora la situación financiera. Es el caso para los principales países exportadores de crudo. Nuestro caso, sin embargo, no es ese: pese al aumento del precio del petróleo, México mantiene el mismo pronóstico de crecimiento anémico del orden de 2.5 y 2.6 por ciento para 2015 y 2016. Es cierto que la industria estadunidense, a la que se dirige una parte importante de nuestras exportaciones manufactureras, ha tenido un desempeño más débil que el esperado, explicado entre otras cosas por el fortalecimiento del dólar. Consecuentemente la industria asentada en México tendrá dificultades.
Pero también existen datos que apuntan en sentido positivo, como las remesas que envían nuestros compatriotas y que alcanzaron en el primer semestre de 2016 13 mil 156 millones de dólares. También hay datos favorables en la contratación de deuda en moneda extranjera, ya que aprovechando las condiciones se colocó deuda en yenes a tasas históricamente bajas. El gobierno federal, sin embargo, actúa como si no se pudiera hacer nada. Lo que habría que plantear son las medidas de política económica que se implementarían para contrarrestar los impactos negativos del entorno externo.
Aunque las condiciones externas tienen un enorme peso, la relevancia de diferentes decisiones en política económica es indudable. Piénsese que, por ejemplo, a la economía estadunidense le tomó cinco años recuperar el nivel de actividad económica alcanzado antes de la crisis actual, mientras que a los europeos de la zona del euro les tomó ocho años. América Latina aprovechó los años entre 2003 y 2008 para crecer a tasas históricas y redistribuir el ingreso, en tanto que México contando con los mismos factores positivos esos años fueron de crecimientos mediocres. Las razones están en las decisiones de política. En lo que deciden hacer quienes tienen la conducción de la administración federal.
La administración federal actual se definió como diferente a las dos administraciones panistas que le antecedieron como que ellos sí sabían gobernar. En los casi cuatro años en el gobierno han mostrado capacidad para concertar acuerdos legislativos, pero han sido ciertamente incapaces de afrontar las dificultades planteadas por la economía global, lo mismo que las dificultades políticas internas. Han actuado gobernados por las circunstancias incumpliendo las metas que se plantearon ellos mismos. En un marco global en el que sigue predominando la incertidumbre, nosotros tenemos la certidumbre de que este gobierno será incapaz de afrontar en un sentido socialmente responsable la coyuntura.