En el Palacio de Bellas Artes, la Orquesta Sinfónica Infantil de México festejó 15 años
Los encores fueron Conga del fuego nuevo, de Arturo Márquez; un vals; Huapango de Moncayo y un popurrí de mambos de Pérez Prado
La parte más guapachosa
incluyó cinco danzas
Martes 9 de agosto de 2016, p. a11
La Orquesta Sinfónica Infantil de México (OSIM) celebró 15 años de trayectoria, con bombo, platillo, vals y pastel; además demostró que tocar música clásica puede ser muy divertido.
La sala principal del Palacio de Bellas Artes fue escenario de una fiesta que deseaban no se terminara.
Un vez interpretado el programa anunciado, Eduardo García Barrios (CDMX, 1960), director artístico de la agrupación, sin esperar la consabida expresión otra, otra
, pidió a los jóvenes músicos tocar Conga del fuego nuevo, de Arturo Márquez; un vals; Huapango, de José Pablo Moncayo, y un popurrí de mambos de Dámaso Pérez Prado.
En esto último, así como en otras piezas, los integrantes de esa sinfónica infantil se movían sincronizados, cambiaban de silla y giraban los instrumentos; incluso gritaban.
El programa abrió con la obertura de la ópera El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, y siguió con La Pasión según San Juan de Letrán, de Márquez, en la que participaron dos ex integrantes de la OSIM, Jacob Tapia como director invitado y el arpista Emmanuel Padilla Holguín como solista.
La orquesta continuó con un movimiento de la Sinfonía número 9 en mi menor Op. 95, de Antonin Dvorák.
Luego, García Barrios anunció que venía la parte más guapachosa
del programa, integrado por cinco danzas.
Una fue el estreno de Aires de danza y son, de otro ex integrante de la orquesta, Addi Corpus. Siguieron Noche de jaranas, de La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas; Mambo de West Side Story, de Leonard Bernstein; Malambo del ballet Estancia, de Alberto Ginastera –compositor cuyo centenario de natalicio se cumple este 2016– y la polka Tritsch-Tratsch, de Johann Strauss II.
El concierto fue el último de una gira de cuatro días de la OSIM, que comprendió las ciudades de San Luis Potosí, Orizaba, Cuernavaca y México.
Antes de empezar el recital todas las sillas del escenario tenían en el respaldo una cinta de colores verde, rojo o blanco, por secciones, que los jóvenes músicos colocaron sobre sus hombros. Al final las tiraban al aire como si fueran confeti para reforzar el ambiente de fiesta que ya imperaba.
Incluso, en vez de retirarse del escenario los instrumentistas empezaron a saludar a sus familiares que, desde los palcos, les gritaban ¡bravo, Rina!
, ¡bravo, Gaby!