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Ciudad Perdida

Cambios en puerta

Secretarios lastres

Lo que se espera

L

os rumores que apuntan a una serie de cambios en el gabinete de Miguel Ángel Mancera indican que una fase de gobierno mucho más comprometida con la creación de formas que mitiguen el impacto de la profundización de la crisis que se avecina en el país ahora sí podrían ser ciertos.

Pero para que esos cambios se significaran y se entendieran, como esa profundización que se requiere entre el gobierno de Miguel Ángel Mancera y los habitantes de la ciudad, sería indispensable que las riendas de la Secretaría de Gobierno cambiaran de manos, que el secretario de Desarrollo Económico de una vez por todas se dedicara a preparar su campaña con los dineros de su partido, el Partido Acción Nacional, y no con los recursos de la gente, y que por fin la señora Müller permitiera que se iniciara una nueva etapa en el cuidado del medio ambiente capitalino.

Si eso no ocurre el reacomodo sería mera demagogia; sería un intento que sonaría falso, hueco, que sólo serviría para que se interpretara como un movimiento que pretende engañar a la gente. Así que a estas alturas del partido ya no se vale el arreglo cosmético a la fachada política del gobierno, y las decisiones que de aquí en adelante tome el jefe de Gobierno, en aras de hacer justicia social en esta capital, serán definitivas para entender el futuro de la Ciudad de México.

Seguramente existen otras áreas donde los cambios se requieran con tanta o mayor exigencia de las que mencionamos, pero el timón del gobierno está en ellos y hasta ahora los resultados no han sido los más provechosos para la carrera del jefe de Gobierno, si a las encuestas y los comentarios nos atenemos. Persistir en el error, hoy que políticamente se camina en el filo de la navaja, es un suicidio, y si, como se dice, los cambios están decididos, es hora de que desde ese hecho se hable con la ciudadanía para decirle que sí, que el gobierno es sensible a sus reclamos.

Las acciones que se tienen preparadas para convencer a la gente de la sensibilidad del jefe de Gobierno frente a sus problemas –los de los más necesitados–, como la mala distribución del agua, el desempleo o muchos otros que golpean la muy lastimada economía, incluso de las clases medias citadinas, se harán patentes de un momento a otro con medidas muy bien pensadas, pero que no se podrían sostener en el futuro porque no corresponden a la forma de pensar de la gente que hoy ocupa los cargos a que hemos hecho mención.

Así pues, los cambios, si se dieran, tendrían que hablarle a la gente de una intención renovada de acercamiento, de formas novedosas de concretar esa justicia social tan esperada entre la gente de la Ciudad de México que, como se ha visto elección tras elección, confía en los gobernantes de la izquierda, no por sus inclinaciones filosóficas, sino por su tendencia a procurar ámbitos de justicia que rompan con las barreras impuestas por los ideales del neoliberalismo.

Pero tal vez, como ha dicho el secretario de Movilidad, Héctor Serrano, si en mi mano estuviera, ya me hubiera deshecho de la mitad de gabinete. Será deseo o diagnóstico. Ya veremos.

De pasadita

Dicen en el Gobierno de la Ciudad de México que el secretario de Desarrollo Social está hecho para alcanzar un nivel superior en la administración de Miguel Ángel Mancera, y frente a esa posibilidad hay quienes le quieren montar una campaña en contra; y hay otros, del lado azul-Salinas, que se frotan las manos pensando en que ellos podrían ocupar la silla que hoy tiene Amieva. Ni modo, viven en la equivocación.