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Dos tercios no saben cuándo habrá comicios legislativos

Más de 50% de los electores rusos piensan que votar no genera cambios
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 19 de julio de 2016, p. 24

Moscú.

En medio de la campaña para postular candidatos a diputados, dos tercios de los rusos –de acuerdo con recientes encuestas; la última fue dada a conocer este lunes– no saben cuándo habrá elecciones para renovar la composición de la Duma, y entre los potenciales electores más de la mitad están convencidos de que carece de sentido acudir a las urnas (las legislativas serán el 18 de septiembre), pues su voto nada cambiará.

El desinterés y pesimismo se deben en mucho a la labor realizada por los integrantes de la legislatura anterior, en la cual el partido oficialista, Rusia Unida, contó con mayoría constitucional de dos tercios, suficiente para aprobar cualquier ley diseñada en el Kremlin e incluso para modificar la Constitución. En tanto, las otras tres bancadas –Partido Comunista, Rusia Justa y Partido Liberal-Democrático– cumplieron el papel de comparsas, como oposición nominal.

Ello hizo posible que, por ejemplo, en la última semana del periodo de sesiones, antes de bajar la cortina, los diputados aprobaran cerca de 70 normas –algunas muy complejas y con repercusiones graves, como las enmiendas que forman parte del llamado paquete antiterrorista–, después de una lectura apresurada de los borradores.

Ciertamente, es un registro fast track menos bochornoso que el logrado por sus colegas senadores –designados todos por el Kremlin–, quienes, en un par de semanas, fueron capaces de aprobar 170 leyes.

La cámara baja que los rusos elegirán en dos meses no será idéntica a la Duma anterior. Para empezar, la mitad de sus 450 escaños se obtendrán por listas de partido (hasta ahora eran todos) y la otra mitad saldrá de distritos uninominales (la novedad en estos comicios), modalidad, esta última, en la que candidatos que no comparten la política del Kremlin tienen algunas posibilidades de triunfar.

Por esta razón es previsible que las autoridades recurran, con más tenacidad que en ocasiones anteriores, a su habitual método de impedir el registro de candidaturas –alegando falsedad en firmas de apoyo, datos personales erróneos o cualquier otro pretexto–, con el propósito de reducir al mínimo el riesgo de que figuras de la oposición extraparlamentaria pudieran acceder a la cámara de diputados, aunque no podrán evitar del todo que en la nueva Duma haya voces discordantes.

En cuanto a los candidatos plurinominales, Rusia Unida sacará la mayoría de los escaños a repartir en esa segunda mitad de la cámara y hay otros 13 partidos con derecho a participar en las elecciones que tienen cobertura desigual en los medios de comunicación, sobre todo en la televisión, bajo control de la elite gobernante, que –en términos de audiencia potencial– goza de una ventaja abrumadora frente a los pocos casos de prensa impresa, un canal de televisión por cable y una estación de radio que cuestionan la política del mandatario ruso.

También –conforme a los sondeos de intención de voto que se conocen hasta ahora– es probable que reporten algunas curules las listas de partido de las tres formaciones que ejercieron de rivales del oficialismo en la anterior Duma y que siguen observando la tácita regla del juego de no expresar la más mínima crítica al presidente Vladimir Putin y de acabar votando como marca el Kremlin a través de Rusia Unida.

Los partidos de la oposición extraparlamentaria –incapaces de crear una coalición amplia y enfrentados por las pretensiones de protagonismo de sus líderes– difícilmente puedan rebasar la barrera de 5 por ciento de los votos que da derecho al reparto de escaños plurinominales, de igual manera que los partidos-membrete, que se fundan sólo para confundir a los electores, o los coyunturales, creados ex profeso para quitar sufragios a partidos de similar discurso.

Falta poco para saber qué Duma tendrá el presidente Putin dos años antes de acometer –en los comicios de 2018– una eventual relección para otros seis años, en lo que sería su cuarto mandato presidencial desde que tomó el relevo a Boris Yeltsin en marzo de 2000.