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Electricidad y emisiones: una cuarta
E

n el Programa Especial de Cambio Climático 2014-2018 (PECC) y más específicamente en el Indicador 5 del objetivo 3 se postula la necesidad de reducir emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Asimismo, la urgencia de incorporar volúmenes crecientes de energías renovables y acelerar el cambio de combustibles por fuentes menos intensivas de carbono para generar electricidad en México.

Esto debiera reflejarse –Programa dixit– en un menor volumen de toneladas de bióxido de carbono (tCO2) emitidas por cada Megavatio/hora (Mw/h) generado. Y no sólo en el sistema eléctrico nacional, sino en todo el país. Según la Ley de la Industria Eléctrica del 11 de agosto de 2014 (ya dos años, por cierto) en el sistema eléctrico nacional sólo incluye las centrales eléctricas que entregan energía a la red nacional de transmisión (identificada normalmente como red de alta tensión) y a las redes generales de distribución (también identificadas como redes de media y baja tensiones). Pero hay muchas centrales que no entregan su energía a ninguna de estas dos redes. Y que son incluidas en el cálculo del volumen de emisiones de GEI.

En este marco, por cierto, la meta oficial para 2018 es de 0.350 tCO2 por Mw/h. De lograrse representaría una disminución del orden de 23 por ciento respecto al factor que se consideró como base o punto de partida del PECC, es decir, 0.456 tCO2 por Mw/h, que es el valor histórico registrado en 2013. Veamos un poco las condiciones que debieran cumplirse para lograrlo. Con la evolución de la economía prevista para estimar ese factor, debiera consumirse en todo el país un volumen de electricidad cercano a 340 Teravatio/hora (Tw/h).

Por cierto que ahorrar electricidad o hacer un uso más eficiente de ella, afecta directa y positivamente esta perspectiva. La generación con base en combustóleo no debiera ser superior a 2 por ciento del total, con un consumo diario de residual del orden de 20 mil barriles aproximadamente. Incluso menos. La generación a diésel sería mínima, con un consumo también diario de no más de 5 o 6 mil barriles. La generación a carbón –aún sin mecanismos de secuestro y captura de GEI– no debiera superar 10 por ciento, con un consumo del orden de 33 millones de toneladas de carbón al año. De éstas cerca de 7 millones serían de carbón importado. La generación a coque de petróleo –hoy vinculada a autoabastecedores de grandes empresas– tampoco debiera superar 5 por ciento, con un consumo equivalente al del combustóleo.

En cuanto a la generación a gas natural hay que decir que debe representar 60 por ciento del total, con un consumo diario ya cercano a 4 mil millones de pies cúbicos al día.

Finalmente y en este contexto, sólo una participación de 28 por ciento de las energías limpias (nuclear y renovables que entregan o no entregan a las redes) permitiría cumplir la meta del PECC. Se trata de siete puntos porcentuales menos que la meta oficial para 2024. ¿Es posible? Sin duda. Siempre y cuando –en primer término– se disponga del volumen cotidiano de gas natural para 2018. Representaría 20 por ciento más del que hoy se dispone, con volúmenes crecientes de gas importado. Y eso –también sin duda– depende del cumplimiento de calendarios en la infraestructura de gasoductos vinculada al Programa Nacional de Infraestructura y al Plan Quinquenal de Gas Natural 2015-2019, donde los nuevos puntos de internación de gas natural adquieren un papel estratégico.

En segundo término depende de una expansión acelerada de renovables que debieran llegar a una generación del orden de los 90 Tw/h, para representar 28 por ciento del consumo bruto nacional de energía eléctrica. El discurso oficial dice que México es un país en desarrollo que busca transitar hacia una economía competitiva, sustentable y de bajas emisiones de carbono. Así lo establece la Ley General de Cambio Climático.

Para 2018 esto se traduciría en una muy alta concentración de la generación a gas natural, con un volumen muy importante de gas natural importado. Casi la tercera parte, con todos los riesgos que supone. No hay que dejar de reflexionar sobre ello. Pero también sobre el sustancial incremento de energías renovables. Pese a sus bondades, representan un reto técnico, económico y social muy importante para el sistema eléctrico y el país. Técnico y económico porque el sistema debe adaptarse a su intermitencia y respaldarla; al surgimiento de precios marginales locales (como lo definen las bases del mercado) de cero pesos y cero centavos, incluso negativos, como en alguna ocasión deberemos comentar; y al mercado de los certificados de energías limpias asociado a su instalación, con cotizaciones internacionales muy diferentes a las que hoy se indican aquí. Y social porque cada día existen más denuncias y reclamos de las comunidades sobre los abusos en los que incurren muchas compañías que llegan a explotar los recursos hidráulicos, solares y eólicos, Oaxaca sin duda.

Pero sobre estos últimos aspectos deberemos profundizar en otro momento. Sin duda.