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De cómo un estilo deviene clásico
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Periódico La Jornada
Sábado 18 de junio de 2016, p. a20

Una apuesta por el jazz clásico.

En los estantes de novedades discográficas esplende un álbum que compendia la trayectoria de Madeleine Peyroux, esta creadora estadunidense con intereses multiculturales que incluyen la francofilia y que ha pasado de ser la que canta como Billie Holiday, para convertirse en un referente del territorio jazz, distinta, aunque cercana a Diana Krall, Norah Jones y Esperanza Spalding, con quien, por cierto, comparte edificio de departamentos en Brooklyn.

The Best of Madeleine Peyroux se titula el disco que hoy nos ocupa. Subtitulado bellamente así: Keep me in your heart for a while.

Es más, aquí les pongo el vínculo hacia YouTube para quien quiera disfrutar la voz acariciante de Madeleine, con una canción tan llena de ternura:

https://goo.gl/1c9FKf

Este álbum resulta variopinto porque Madeleine eligió muy bien el cernido que dibuja con precisión las distintas etapas por las que ha transitado, siempre ardiendo en pasión. Así, el track inicial: Don’t wait too long, pertenece a su segundo disco, Careless love. Si quieren escuchar ese primer track, aquí está (https://goo.gl/E58IY) y si vieron y escucharon el video, habrán constatado la exquisitez en su fraseo, su entrega y, sobre todo, su separación del compartimento estanco donde se le había encasillado: la Billie Holiday blanca. Una prueba contundente de su tránsito a territorios de lo sublime es la siguiente pieza del disco, que fue escrita originalmente por su majestad el poeta Robert Zimmerman: You’re gonna make me lonesome when you go: (https://goo.gl/fdlvi0); si usted lector está escuchando y disfrutando estas obras en YouTube, estará de acuerdo con que resulta obligado revisitar esta misma pieza, en manos de su autor, don Robert Zimmermann: (https://goo.gl/KZKqMB)

La originalidad de estilo en Madeleine se explica claramente por su manera de entender el blues. Es por eso que domina el jazz clásico y establece un nuevo estilo. Ya sabemos que todo estilo nace de la imitación. Si es que imitó a Billie Holiday, le resultó la estrategia porque ahora, sin abandonar el espíritu de la gran cantante que la inspiró, brilla con luz propia. Y saca chispas cuando canta blues como los mismísimos maestros del Delta del Misisipi, por ejemplo en el siguiente blues, que no figura en el compendio que ahora nos ocupa, pero que se puede disfrutar en YouTube, mediante el siguiente link (y también en Spotify y en Apple Music y en Deezer). Disfruten esta joya: https://goo.gl/lHhSmO

La poesía es lo de Madeleine. La poesía la mueve. Por eso cayó subyugada cuando el monje budista Leonard Cohen publicó la siguiente pieza, preñada de poesía (hazme bailar/ álzame como la rama de olivo) (Dance me very tenderly/ dance me very long) y ella hizo su propia versión a Dance me to the end of love. Hela aquí: https://goo.gl/KVwoiQ

Temeraria, atrevida, sin tapujos, Madeleine se adentra a los territorios más difíciles, siempre envuelta en la hoguera de la pasión. Sus padres fueron jipies. Su madre maestra de francés la indujo a la gran cultura francesa. No podía dejar de cantar la alegría color de amor: La vie en rose (https://www.youtube.com/watch?v=V9jx12UmsaI) y por supuesto que nosotros no podemos dejar de acudir a la diosa, en la versión original (https://goo.gl/UK8XYO) y después de las erres y las egues de la Piaf, retornemos al disco de Madeleine, tan pleno de sorpresas y momentos de gran intensidad, como en el track décimo, Desperados under the eaves: https://www.youtube.com/watch?v=I2X1CGxJPgA

Madeleine puede imprimir tal nitidez de alma, intensidad dramatúrgica, emociones en caldera porque ha vivido, lo confiesa. Desde su infancia en un hogar que ella recuerda como caótico con sus padres jipies y luego el abandono, pues ellos se separaron y la madre la llevó con ella a París, pero Madeleine regresó, como siempre regresa la ola a la arena.

Luego de su primer disco, Dreamland, tuvo problemas de salud. De hecho perdió la voz. Y ella entonces decidió perderse en la inmensidad. Desapareció durante años, seis, ocho, y desde entonces se tejen leyendas alrededor de ella. Que si se compró una furgoneta y recorrió su país en busca de su familia tan extensa, que si se fue a París a cantar en las calles del barrio latino con los clochards, que si andaba en Nueva York, cantando en las calles y trabajaba de mesera en bares.

Lo cierto es que en su voz condensa la hondura del blues, la quintaesencia de la poesía, la elegancia del jazz clásico. Y cuando digo jazz clásico me refiero a la acepción de la palabra clásico que confiere a una obra, un estilo, una permanencia en el tiempo inalterable. No es que ella cante piezas viejitas, no, lo que ella logra es la permanencia de la belleza cuando el arte resulta inmarcesible.

Por ejemplo, la hondura del blues, en su versión de Love in vain, de Robert Johnson, que es el papá de todos los pollitos del blues. He aquí a Madeleine (https://goo.gl/jK8Qch), y por supuesto, no podemos dejar de poner aquí la versión magistral que realizan Sus Satanísimas Majestades, los Rolling Stones: (https://goo.gl/X04sZ1), uuffff!!!, después de eso, Madeleine no tiene más que cantar blues. Disfruten esta delicia: Love sick blues: (https://goo.gl/yAX44C), ese dulce manierismo, esa manera de salivar las frases, de contonearlas, de hacernos estremecer, lo ejecuta también en la siguiente joya, Reckless blues (https://goo.gl/AP5i7j), lo dicho: Madeleine domina el jazz clásico, hace de él toda una creación, porque domina el territorio peligroso, salvaje, doloroso, poético y gozoso del blues, bluuuuusss, blús.

Bravo, Madeleine.

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