os resultados de las elecciones del 5 de junio pasado me dejan varias lecciones: fueron una especie de referendo en que la mayoría expresamos nuestro rechazo a las políticas del presidente Peña Nieto, cuyo partido fue el gran derrotado. El PRI perdió en nueve de las 14 entidades en disputa, entre ellas las de mayor población: Distrito Federal, Veracruz y Puebla, y la de mayor territorio, Chihuahua.
También se consuma la desaparición del PRD como alternativa: se confirmó su papel secundario en la Ciudad de México (a pesar del apoyo abierto del jefe de Gobierno y sus jefes delegacionales). Y en todos los lugares en que no fue en alianza, salvo Tlaxcala, sus números oscilaron entre 2 y 4 por ciento de las preferencias. El nuevo papel del PRD como satélite (el Partido Verde del PAN, le dicen en las redes sociales) fue reafirmado por el presidente de la sindicatura de la quiebra (moral) del sol azteca, Agustín Basave, el 8 de junio, cuando confirmó su papel de aliado secundario, a remolque de la derecha. Si a eso sumamos los resultados de Morena (victoria en la CDMX, resultados en disputa en Veracruz y números muy importantes en Zacatecas, Oaxaca, Puebla y otros estados), confirma que es este último partido el que, a menos de tres años de fundado, se confirma como la opción de la izquierda democrática.
En fin: las alianzas del PAN-PRD confirman el pragmatismo, el oportunismo y la política entendida como lucha por el poder vacía de proyecto y contenido: los transicionólogos insisten en que los partidos deben asumirse plenamente como cogobernantes
(cosa que ya son PRI-PAN-PRD). Dicen que para coronar la transición, los partidos deben llegar a un acuerdo fundamental, concerniente al modelo económico básico que permita despartidizar y desideologizar las grandes líneas que, a querer que no, ha de seguir un proyecto de desarrollo económico relativamente exitoso. Al margen de posturas retóricas y/o oportunistas, lo cierto es que las restricciones que hoy impone la globalización y la competencia mercantil vuelven necesario un pacto explícito en torno a los lineamientos básicos de una economía abierta y competitiva
(posición del Instituto de Estudios de la Transición Democrática en 1998, en Luis Salazar, 1997: elecciones y transición a la democracia en México, México, 1988). Cuando leemos estas posiciones, entendemos que Slavoj Zizek tiene razón cuando argumenta que el (neo)liberalismo despolitiza la política y la vacía de contenido, privatizando (descalificando) cualquier discusión de fondo sobre el régimen político y el modelo económico.
Cuando desaparece cualquier diferencia de fondo y el PAN y el PRD hacen suyos los estilos y la ética priístas, se vuelve normal que a ninguno de los tres partidos les avergüence llevar al poder a políticos cuya riqueza inexplicable es pública y notoria (como Alejandro Murat, Antonio Gali o Francisco García Cabeza de Vaca). Se vuelve normal (para los tres) la compra de votos mediante la administración y manipulación de la pobreza, así como la guerra sucia contra sus rivales durante las campañas, que queda en agua de borrajas una vez concluidas éstas.
Así, dos de los candidatos presuntamente victoriosos en estas elecciones, el que aparece como el de más limpia trayectoria personal, Javier Corral, y el más impresentable, increíble y actualmente impugnado por presuntas trapacerías electorales, Miguel Ángel Yunes (aunque se tomaron juntos la foto de la victoria, como representantes que son –mientras Corral no se deslinde– de exactamente lo mismo), han hecho del encarcelamiento de los gobernadores todavía en funciones, su más sonada promesa. Promesa, por cierto, fácil de seguir: o César Duarte y Javier Duarte van a la cárcel, o quedan libres. No hay punto medio.
¿Gobernadores en la cárcel en la era de la alternancia
? Sí: Mario Villanueva lleva 15 años en prisión: es un caso único: le tocó pagar la pugna Zedillo-Salinas y ser la única tepocata que Fox pudo entregar en el altar de sus promesas de campaña. En el sexenio de Felipe Calderón pisaron la cárcel dos perredistas: Pablo Salazar Mendiguchía, quien pasó 17 meses en prisión, y Narciso Agúndez, quien estuvo preso, acusado de peculado, durante 203 días.
Y ahora, en el sexenio de la restauración descarada del autoritarismo más represivo, en un país lleno de luchadores sociales presos, en el que se negocia con los maestros encarcelando a sus dirigentes (apenas antier a los profesores Núñez y Villalobos), han visitado la cárcel Andrés Granier, Luis Armando Reynoso y Jesús Reyna… y por una semana en España, el ex presidente nacional del PRI Humberto Moreira.
Daré seguimiento a la promesa de Javier Corral. En cuanto a Yunes, a lo que daré seguimiento es a las demandas en curso en contra suya, por enriquecimiento ilícito y por supuesta pederastia.
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