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Felguérez en la López Quiroga
D

esde el sábado 4 de junio está vigente la muestra Metálica, de Manuel Felguérez, integrada por obra reciente en pintura y escultura. Las más recientes son de este 2016 o del año pasado.

Lo sorprendente es que no nos encontramos ante una síntesis de quehaceres anteriores, aunque algo hay de eso en algunos de los diseños, no en la factura, de las esculturas en madera que atraen poderosamente la atención y el gusto digamos que instintivo de quien las ve porque en exposiciones recientes, que yo recuerde, no se han presentado trabajos en madera, pero él trabajó ese material no sólo en sus inicios de escultor, sino en tiempos subsecuentes, tanto aquí en México como en París.

Pienso que estas esculturas tienen mucho que ver con un tiempo reciclado y que en mayor medida que la pintura retrotraen a experiencias pasadas que algo tienen que ver con la predilección que este artista ha mantenido con las disciplinas científicas, pero no sólo eso, también con las teorías matemáticas y con cuestiones al respecto legendarias que se remontan a los diseños de maquinaria de Leonardo da Vinci o a las formas corporeizadas en volumen por Luca Paccioli.

Por lo menos tal es la sensación que pueden producir en algunos espectadores que las ven como tensores del tiempo. Eso es común a todas las efectuadas en madera dorada en las que una esfera, su proyección o algún segmento curvo hace que la visión se retrotraiga a la época de Newton. En éstas el diseño llevado después al volumen es el elemento por antonomasia, pero hay también un mármol, escueto, redondeado aunque a la vez muestra un flanco totalmente plano y regular, que hay que ver por todos lados debido a que cambia continuamente de modo que en cierto enfoque pareciera que un ojo redondo y escudriñador mira fijamente al espectador.

Lo sorprendente es que las pinturas tampoco se analogan a las de épocas que son todavía muy próximas, como las que se exhibieron en el homenaje por los 80 años del artista o como otras posteriores. La exposición se titula Metálica debido, creo, a que Manuel es siempre demasiado afecto a los términos escuetos, motivo por el cual ninguna de las pinturas ostenta título (lo cual lamento, todas son sin título, aunque sería posible encontrarles uno una vez contempladas).

Igual que las esculturas (con excepción del mármol que significativamente se titula Nostalgia, tal vez porque el artista quiere tener cerca el Hermes de Praxíteles o las columnas de Paestum o los Propileos de Atenas), todas las pinturas tienen zonas trabajadas con pintura metálica. Y hay una nostalgia de lo clásico también en las pinturas, sobre todo en aquellas en las que existe una síntesis de quehaceres. Las palabras no sirven para dar cuenta, pero las miradas sí. Uno percibe que hay continuas superposiciones en ellas; la primera, se dice el espectador a sí mismo sin temor de errar porque en esta cuestión ni hay errores ni hay verdades inamovibles, es que por lógica primero se efectuó un fondeado, que el fondeado rige en un cierto grado, leve sin embargo, la estructura cromática, luego viene la disposición todavía muy generalizada de elementos que pueden incluir con frecuencia un cuadro dentro de otro, esto prosigue por medio de recursos varios, como veladuras o trampantojos y en algunas ocasiones a esto se añade el recuerdo de la escritura (inventada) como recuerdo dibujístico y algo también como inherente o complemento a los planos que ya han sido integrados a lo largo de tres o cuadro discernimientos.

Otrora Felguérez decía que sus obras estaban efectuadas desde el consciente lógico, si mal no recuerdo eso ocurría en la época de El espacio múltiple.

Tiempo después admitió que el llamado automatismo propio de las teorías surrealistas y en cierto grado del surrealismo no ortodoxo, estaba en las bases de la abstracción de los siglos XX y XXI que no correspondía a la variación geométrica. Esta misma ha sido una constante en él y no la desdice nunca, pero sí la combina y esta sorpresiva exposición que parece la de un joven muy dado a la experimentación y a la interdisciplina entrega a quienes han sido (o hemos sido, a decir verdad) afectos a seguir de cerca a lo largo de múltiples exposiciones tanto dentro como fuera del país, la trayectoria de este pintor, escultor, litógrafo, grabador y antes performancero.

Su siempre amable y dispuesta presencia se suma a lo que actualmente implican los logros objetuales. Aquí tenemos obras en estado sólido “que se gestan dialécticamente en el acto de hacer… apoyadas todas por una libertad impuesta por la propia materia y no por un capricho del pintor…” anotó Luis Mario Schneider (1986) en el catálogo de la muestra antológica que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes y en el Museo de Monterrey, entre otros recintos.