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IMSS: repetición de la fábula inverosímil
L

a nota característica de Mikel Arriola, director del IMSS nombrado por Peña Nieto el 8 de febrero 2016, es la repetición de la fábula inverosímil sobre el fantástico rescate institucional peñista fabricada por el ex titular del instituto, José Antonio González Anaya.

Como Peña Nieto y González Anaya eludieron ajustar el diagnóstico deliberadamente equivocado sobre la situación del IMSS, resultante del decisivo impacto que sobre sus finanzas detonó la privatización pensionaria de la reforma Zedillo (1995), impusieron la fabricación de otra fábula, tan irreal como la de sus antecesores panistas: Santiago Levy (Fox) y Molinar Horcasitas-Karam (Calderón).

Ésta consiste en propalar la versión de un nuevo cambio financiero atribuible al fantasmagórico Plan Estratégico para la Transformación y Modernización, con una agenda imposible: mejorar la calidad del servicio y asegurar la sustentabilidad financiera a corto, mediano y largo plazos. Con él, González Anaya se atribuyó un gran viraje institucional: mejorando la transparencia, simplificando procesos y fomentando el cumplimiento de obligaciones ¡se habría logrado reducir el déficit a la mitad! En sólo dos años, prosigue la fábula, los esfuerzos para estabilizar al IMSS disminuyeron a la mitad el uso de las reservas.

Como sus antecesores panistas, tramposamente, González Anaya volvió a ubicar la crisis financiera sobre el principal activo del instituto: sus trabajadores, al tiempo que esfumaba mágicamente el desfinanciamiento estructural que generó Zedillo con su reforma. Fue el 22 de octubre 2015, durante la 106 asamblea general ordinaria, cuando González Anaya se animó a consagrar su fábula, sosteniendo ante Peña Nieto: así que, señor Presidente, con orgullo colectivo le informo que la viabilidad financiera del instituto está garantizada durante su administración.

Esa fábula ha sido asumida por Mikel Arriola. Con ella ha iniciado su gestión. Entre el 8 y el 26 de febrero de 2016 hizo la misma declaración sin pausa, una, otra y otra vez: El IMSS llegará con superávit a 2018. Tenemos que ser muy serios. En los pasados tres años el ex director González Anaya reconstruyó los cimientos del instituto. Eso es lo que le dará viabilidad a mediano y largo plazos. En 2012 el déficit rondaba 25 mil millones de pesos. Ahora suma 8 mil 600. El reto es mantener la disciplina fiscal y la ruta descendente del déficit financiero (La Jornada, 10/2/16).

Claro, todo a ello, a cambio de seguir presionando los servicios y al personal que los opera, sacrificando a pacientes y usuarios. Precisamente lo contrario que le instruyera Peña (mantener las medidas para prevenir y detectar enfermedades y que la prioridad sea mejorar la calidad de los servicios: calidez con que se debe atender a los derechohabientes) (La Jornada, 9/2/16). Ese es el alto costo de la agenda imposible de González Anaya que Mikel Arriola repetirá los tres años restantes del sexenio.

Sobre esa minada base financiera, en dos años y sin un plan de calidad estructural disponible ¿cómo reducirá Arriola tiempos de espera de cirugías y asignación de camas que le instruyó Peña? Sencillo: siguiendo a pie juntillas el doble discurso de la agenda de González Anaya: negar de palabra aquello que, en los hechos, consolidó y depuró como francos procesos privatizadores, es decir, cuatro hospitales que, bajo esquemas de asociación público privada (APP) por 6 mil millones de pesos, pagará el IMSS durante 30 años, así como modelos innovadores de pago por desempeño a proveedores externos en función de los resultados sanitarios alcanzados. Uno de estos programas piloto incluía ceder 16 mil pacientes diabéticos a proveedores externos que se sumarían a los ya subrogados en hemodiálisis y mastografía.

No obstante, resulta que en la licitación de 37 contratos para el servicio subrogado de 469 millones de análisis clínicos para los siguientes tres años, por 10 mil 500 millones de pesos, los prestadores habrían acordado distribuirse el territorio para la atención, fijando además los precios.

Pero Arriola lo tiene claro: el prestador de servicios enfrenta demandas crecientes de atención y recursos económicos limitados o descendentes. Además, tiene como desafío el cumplimiento de la norma a rajatabla, la manida doxa que se escucha en el IMSS desde la reforma Zedillo. Ante los costosísimos cuatro hospitales con esquemas APP, apenas ofrece 32 unidades médico familiares nuevas, una por cada estado (El Universal, 15/2/16).

En marzo pasado, Arriola instó a sus 35 delegados a reducir tiempos de asignación de camas, citas con especialistas y realización de cirugías, porque el IMSS, dijo, ya dispone de una estrategia para incrementar la calidad: Unifila en las unidades de medicina familiar, fortalecimiento del abasto, receta resurtible y atención de urgencias; precisamente, la agenda de González Anaya que condujo a que su entonces director jurídico reconociera que la falta de capacitación de personal y la deficiencia en la concientización sobre el significado y respeto de los derechos humanos es el origen de muchas quejas de los derechohabientes.

Claro, habrá que concederle a Arriola como suya la ambiciosa estrategia para que siete millones de universitarios ejerzan su derecho –consagrado desde 1987– de afiliación al IMSS, penosamente presumida por José Antonio Meade (Sedesol), Aurelio Nuño (SEP) y Miguel Mancera (CDMX). Más que consistente con el alcance de miras de su agenda en repetición, el IMSS tiene oxígeno financiero hasta el final de la administración.

¿Y después? ¿En 2018 reemergerá la situación crítica y delicada por causa del pasivo laboral, que fabricaron los panistas y la viabilidad financiera que impuso González Anaya para cubrir los fracasos de Zedillo?

*Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco