La inmensidad nevada andina de Bolivia inspira las acuarelas de José Rodríguez Sánchez (Cochabamba, 1958), quien construye recintos de luz y color como un legado de su país.

Mis pinturas son trashumantes que caminan por el mundo, son paisajes humanos que transmiten identidad, dice en entrevista con La Jornada, desde su ciudad natal.

El paisaje alimenta la transparencia sobre el papel de su obra desde hace 45 años, cuando comenzó su labor pictórica, no sólo para desarrollar recursos técnicos, sino como una forma de reconocerse y sentir el entorno, vivirlos para después llegar muy dentro de uno mismo.

No es un paisaje bucólico el que desea transmitir, aclara. Pinto personajes gigantes cargados de montañas, pueblos y ciudades, todo aquello que constituye su filiación o personalidad. Pinto al ser humano con todo lo que se carga en el camino de la vida.

Del mensaje de sus exposiciones, afirma: A partir de lo que somos en esencia podemos entablar un diálogo cultural que nos enriquezca humanamente.

Deslumbrante paisaje andino

La acuarela, sustancia colorida que se disuelve en agua, cuya esencia es la transparencia, es el medio pictórico en su obra; técnica milenaria que es el arte de la luz por excelencia.

Rodríguez Sánchez revela que la elección ocurrió al descubrirla en las transparencias de las múltiples lagunas o espejos de agua que dieron nombre a Cochabamba, palabra indígena quechua runa simi.

En febrero pasado ganó mención de honor por su obra Madre Tierra en el primer concurso internacional de Acuarela de Gran Formato, organizado por la Asociación Internacional de Acuarelistas, que tuvo por sede el Museo Nacional de la Acuarela Alfredo Guati Rojo en la Ciudad de México.

La obra, de gran formato, es una respuesta a la ceguera causada por el poder y busca inducir a pensar sobre la autodestrucción del ser humano. En el cuadro, de 168 por 115 centímetros, una población de hormigas “almacena el summum de una civilización”: su conocimiento para preservar la vida. A cuestas llevan imágenes de periódicos, símbolo de la historia cotidiana.

Jorge Mansilla Torres, ex embajador de Bolivia en México, ha expresado sobre la obra de su compatriota que es una crónica de la vida boliviana, su forma y sus colores, como testimonio de su tiempo.

Además del paisaje de Bolivia y Ecuador, Rodríguez Sánchez recrea casonas y puertas antiguas, fachadas barrocas de iglesias coloniales, palomas que sobrevuelan tejados y cascadas con estrépito.

Cochabamba, su ciudad de origen, situada entre el paisaje andino y el corazón boliviano, refleja la paz de un valle que invita al disfrute de la vida.

Así es como se integra con frecuencia en su creación en acuarela, la luz, atmósfera, variedad de texturas del paisaje cochabambino y la aparente quietud de su gente; el amor por su terruño, el color, el paso del tiempo reflejado en los muros, portones, techos y balcones de los diferentes pueblos mágicos, hablan de un paisaje único y maravilloso, ubicado en el centro de Bolivia y en el corazón de Sudamérica.

José Rodríguez Sánchez comenzó a pintar a los 10 años de edad, según ha relatado. Realizó su primera exposición individual a los 14 años en su ciudad natal, donde estudió con el maestro Germán Olivera.

A los 19 años emprendió un viaje por Sudamérica con fines de estudio para perfeccionar la técnica de la acuarela y fijó su residencia en Ecuador por una década. También, de 2008 a 2011 fue agregado cultural de la embajada de Bolivia en México. Ha expuesto en México, Venezuela, Colombia, Alemania, Suecia y Francia.