an invertido dinero a manos llenas para hacerle creer a sus clientes que los vehículos que fabrican son cada vez más amigables con la salud de la población y el medio ambiente. La publicidad en los medios realza las cualidades de las nuevas unidades. Entre ellas que los motores de los coches generan menos contaminantes y así contribuyen a que los gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, no se eleven exponencialmente. Otras veces, ofrecen un producto de alta calidad que no es tal. Y cuando se descubre que han estafado a los compradores y a las instancias gubernamentales responsables en muchos países de verificar que lo que prometen cumpla con las normas ambientales vigentes en cada caso, recurren a todo tipo de artimañas para tratar de paliar el efecto negativo de sus engaños.
Es lo que sucede con la Volkswagen, la poderosa trasnacional alemana con graves problemas en el mundo porque se niega todavía a revelar las investigaciones que ofreció llevar a cabo para descubrir el proceso por medio del cual 11 millones de sus motores diésel fueron manipulados
entre 2008 y 2015 para engañar a las autoridades y a los clientes. Por mentir, el grupo alemán perdió el año pasado cerca de 6 mil millones de dólares.
Inicialmente ofreció darlas a conocer el mes pasado, mas por recomendación de sus abogados (pertenecen a los poderosos despachos Sullivan & Cromwell y Jones Day, con sede en Washington) decidió no hacerlo. Como tampoco publicó el estado de sus finanzas de 2015, cuando se descubrió el dieselgate y algunos otros manejos técnicos irregulares en el conglomerado.
La investigación estará terminada a finales de año. La tardanza, según los abogados, se debe a que enfrentan una tarea titánica: revisar millones de documentos del conglomerado Volkswagwen (al que pertenecen Audi, Seat y Skoda) y realizar cientos de entrevistas a técnicos y directivos. Pero en realidad se trata de tener a buen resguardo información básica para negociar en los mejores términos con las autoridades de Estados Unidos. Fue la agencia de protección ambiental de este país (EPA, por sus siglas en inglés) la que destapó la cloaca en septiembre del año pasado. Luego, por las implicaciones del dieselgate, se sumaron otras dependencias oficiales: la Comisión Federal de Comercio, las fiscales de los 50 estados donde se vendieron los vehículos alterados y el Departamento de Justicia. Toda una maquinaria gubernamental que, no está de más señalarlo, buscará echar todo el lodo posible sobre la empresa alemana en aras de alentar los negocios de las trasnacionales del automóvil de Estados Unidos. Las sanciones, pueden ascender a 50 mil millones de dólares entre multas, indemnizaciones y recompra de las unidades involucradas en el dieselgate.
Con la agencia ambiental alcanzaron recientemente un primer acuerdo extrajudicial en el litigio por la manipulación de los motores diésel. Prevé importantes compensaciones a los propietarios de los vehículos (5 mil dólares de indemnización), que podrán elegir entre la recompra del coche, el arreglo del mismo o anular su contrato de alquiler con derecho a compra. También se creará un fondo para financiar programas de protección medioambiental. Y dejar en forma los 600 mil vehículos Volkswagwen que en Estados Unidos tienen el motor diésel alterado.
Pero lo anterior es apenas uno de los problemas de la trasnacional alemana. Su filial Porsche revisa 800 mil coches por problemas técnicos. Los modelos afectados son el Vw Touareg y el Porsche Cayenne, que pasarán una revisión técnica tras detectarse fallos en los anillos de retención de los pedales del freno y del acelerador. La revisión afecta a 391 mil vehículos del modelo Touareg y 409 mil Cayenne, ensamblados entre 2011 y 2016 y comercializados por todo el mundo.
Y si al gigante alemán no le salen las cosas con la precisión técnica de que hace gala, no menos bien le va a otro coloso de la industria automovilística, la japonesa Mitsubishi, que admitió haber cometido fraude en las emisiones de sus motores. México es a escala mundial un importante ensamblador de coches. ¿Cumplen todas las compañías con los estándares de calidad que presumen en su publicidad?