CDMX: mismo tema, otras variaciones
De la gramática elemental
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CIUDAD DE MÉXICO¡Puta, que descubrimiento! Propuesta inatacable que dejará sin habla ni resuello a Vicente Rojo, Francisco Toledo o al más chilango, Rafael López Castro: CIUDAD DE MÉXICO, o séase: CDMX”Foto Guillermo Sologuren
omo lejos está de mi talante provinciano y pleno de mansedumbre abrir la columneta de hoy con un ostensible desplante libresco, en la fundamentación de mis alegatos no mencionaré al filólogo, etimólogo, lexicógrafo, español Joan Corominas (Breve diccionario etimológico de la lengua castellana), a Samuel Gili Gaya (Curso superior de sintaxis española), a Fernando Lázaro Carreter (El nuevo dardo en la palabra) a Sáinz de Robles (Diccionario de sinónimos y antónimos), a Julio Casares (Diccionario ideológico de la lengua española), a Daniel Cassany (La cocina de la escritura), a Ricardo Soca (La fascinante historia de las palabras), a Sandro Cohen (Redacción sin dolor), a Alex Grijelmo (El genio del idioma), a Moreno de Alba (Minucias del lenguaje), a Concepción Company (Síntesis histórica de la lengua española), a Reader´s Digest (Diccionario Inverso y La fuerza de las palabras), a María Moliner (Diccionario de uso del español), a las Hermanitas Galindo (Redacción para el ejecutivo y su secretaria), me concretaré a desempolvar la vieja gramática de la primaria, que he tenido dormida por años en compañía de Elementos de geografía y física; Texto de aritmética elemental; Principios de algebra y, por supuesto, el Catecismo de los Estudios de Historia Sagrada, Antiguo y Nuevo Testamento que, ¡increíblemente!, son todos del mismo autor: G.M. Bruño.
En aquellos tiempos en que los niños soñábamos, tanto dormidos como despiertos, mil vidas imaginarias: ser el detective Dick Tracy, el Hombre de goma, Doc Savage y Flash Gordon. Yo no sé si porque eso de tener que estirarme o correr a toda velocidad nunca ha sido lo mío, ni tampoco nadar, escalar, hacer nudos, prender fogatas sin encendedores, dormir en tiendas de campaña y decir con angelical voz: no mates al hermano cien pies, no sabes en qué pasos anda, pero yo siempre deseé ser G.M. Bruño. Él lo sabía todo: los diferentes tipos de triángulos, las capitales de los estados y territorios, los usos horarios, los pavorosos logaritmos, las fechas históricas más sobresalientes y, por supuesto, los acentos, las conjugación de los verbos irregulares, el uso de la V, de vaca y la B, de burro. Las sutilezas auditivas para no tener que echar un volado y escoger entre la c
, la s
y la z
. ¡Cómo deseaba haber sido Bruño Ortiz! No imagino a un maestrito lasallista pretendiendo corregir mi tarea. Al paso del tiempo, otros paradigmas de la época rosa de la infancia (el último la semana pasada) se me han venido desplomando. No es éste el momento de develar al G.M. Bruño, autor de los textos que desde hace más de un siglo modelan el desarrollo educativo de miles y miles de niños y adolescentes en el país y otros más del continente. Esto se dará en un breviario cultural
que dedicaré posteriormente a mis compañeritos de primaria, sea cual fuere el ancianato en el que supervivan. Por ahora, sólo a manera de tráiler o avance publicitario, pregunto: ¿alguien sabe quién es o fue el educador, enciclopedista G.M. Bruño? ¿Vivió, vive, cuándo, en dónde? ¿Se trata de un mito genial
, de una estratagema publicitaria para agotar sus múltiples ediciones o de un milagrito atribuible al hermano lasallista Miguel Febres Cordero, canonizado en 1984 por Juan Pablo ll? Lo veremos otro día, hoy simplemente aprovechémonos de su sapiencia.
A partir de definiciones elaboradas por los sabios mencionados intenté la mínima conceptualización de algunos vocablos que me pudieran auxiliar en mi airada reacción frente a la desaparición forzada
de nuestra denominación colectiva y su representación gráfica, suplantada por otra, tan simplona y malhechota, como impronunciable. También de violación
a las reglas elementales de la gramática (y al diseño artístico del que siempre nos hemos preciado los mexicas), y de tortura
, comenzando por la honorable chilanguiza y siguiendo con todos los hispanohablantes a quienes pronunciar cuatro consonantes seguidas les resulta tan imposible como a Marthita y al inimputable de su marido, pronunciar Jorge Luis Borges y Rabindranath Tagore. Al primero le birlan el patronímico y al segundo el sexo. Eso no se vale, ni el futuro edén de la mota, en el que pretenden convertir su condado: el rancho San Cristóbal, “territorio de la estupidez, zafiedad, vulgaridad, impunidad y agravio permanente al Tribunal Apostolicum Roatae Romanae”.
Pero amainemos, (no abandonemos) el rencor permanente que me regurgita y brota cuando menos lo espero y regresemos al bazucazo propinado a esa forma de economía gramatical que son los acrónimos, las siglas y las abreviaturas.
Una palabra es un conjunto de sonidos que tienen un significado y es, igualmente, una representación gráfica de esos sonidos (letras). Las palabras, son esa unión de sonidos articulados que expresan una idea y que constituyen la unidad básica de la lengua.
La sílaba, por su parte, es la división fonológica en la que se divide una palabra. Es el conjunto de letras pronunciadas en una sola emisión de voz.
Las palabras pueden ser clasificadas por el número de sílabas que las integran. Reconozco que hay otras definiciones que como no las entiendo simplemente las anoto: sonidos que a partir de una cierta articulación componen un mismo núcleo fónico. Son la unidad más pequeña en la que podemos fragmentar los sonidos de un idioma.
Para poder seguir en el análisis de la palabra, vale la pena hacer algunas diferenciaciones para no confundirnos: no es lo mismo una abreviatura, una sigla, que un acrónimo.
Una sigla es la palabra formada por las iniciales de varias palabras. Ejemplo: INE
.
Abreviatura. Es una palabra nueva surgida del acortamiento de las palabras completas, originales. Es la representación de varias palabras con una sola de sus letras. La inicial y alguna otra de en medio o el final.
Acrónimo. Sigla que se pronuncia como palabra nueva, que nace de unir partes de otras dos (o más). Es frecuente que se trate de la primera parte de la primera y del final de la otra. Existen también los retroacrónimos, pero si no nos damos abasto con los primeros, quién quiere saber de los demás. Los acrónimos se escriben y se pronuncian como una palabra normal. Unos son formados por las sílabas iniciales de las palabras y otros combinan principios con finales. Hay también acrónimos a partir de sílabas, pero una regla fundamental es que, en español, todas las sílabas, tienen al menos una vocal. Por otra parte, leo esta indicación: un acrónimo se debe ajustar a las leyes fonéticas
. Se escriben y se pronuncian como una palabra
. ¿Y qué es una palabra, sino un sonido, una expresión gráfica que da origen a la comunicación humana?
CDMX es un horrendo gazapo. Una frivolidad. Una irresponsabilidad supina. Un importamadrismo o, lo que me resisto a aceptar, otro más de los pingües convenios que producen millones y millones de pesos.
Ayer, el periódico Reforma publicó el origen de los nombres de algunas de nuestras entidades federativas. Al llegar a la Ciudad de México, anotó: en náhuatl significa: El centro del lago de la luna
, ¡carajo! A los publicistas designados, no licitados, obviamente, les valió un pito esta hermosa expresión. No la entendieron, son iletrados, negociantes, pero socios.
Escribamos en letras pesadas, rotundas e inatacables las iniciales del producto
: CIUDAD DE MÉXICO
¡Puta, que descubrimiento! Propuesta inatacable que dejará sin habla ni resuello a Vicente Rojo, Francisco Toledo o al más chilango, Rafael López Castro: CIUDAD DE MÉXICO, o séase: CDMX. ¿De a cómo fue la factura que implicó la genialidad de el acrónimo, la sigla o la abreviatura?
Anticipo que lo mío no es la investigación de comportamientos delictivos, ahora que, si me hacen saber algunos datos precisos y comprobables, tampoco estoy sujeto al voto de silencio. Aunque no lo crean, sobre el tema faltan algunos detallitos que corresponden a la autoridad. Yo, paso.
Twitter: @ortiztejeda