Opinión
Ver día anteriorJueves 21 de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nuit debout en Francia
D

esde hace ya varias semanas, un movimiento de un estilo diferente a los conocidos se ha ido desarrollando en Francia, a partir de París y extendido a otras ciudades, tales como Rennes o Burdeos.

Cada anochecer, centenas de personas se reúnen en una plaza pública –en París, el lugar es la célebre plaza de la République–, desde donde los participantes deciden seguir juntos el mayor tiempo que pueden y, de ser posible, pasar la noche hasta la llegada del alba. Es decir, deciden no ir a acostarse.

Es necesario comprender la expresión en dos sentidos. En el propio: no dormir; en el figurado: no capitular.

Así pues Nuit debout (Noche de pie), como se llaman ellos mismos. Algunos instalan tiendas de campaña para señalar su intención de permanecer en el lugar, no sin olvidar su confort pues las noches son aún frescas.

La policía se mostró más bien tolerantes, limitando sus exigencias a la obligación de los ocupantes a liberar la plaza a la llegada de la aurora y dejar los lugares limpios.

Aparte de algunos conatos de violencia, la atmósfera parecía pacífica. Sin embargo, las cosas dieron una vuelta de tuerca a partir de una entrevista televisiva del presidente François Hollande.

El desborde de violencia no se hizo esperar: sus respuestas causaron insatisfacción. Enfrentamientos entre fuerzas del orden y manifestantes, pillaje, arrestos, fueron el primer resultado. El segundo, se cerró el acceso a la plaza de la République.

Sin embargo, ya desde antes, una inquietud más insidiosa provenía de otra parte. Inquietud difusa, compartida por autoridades y policía, población y observadores.

Un extraño fenómeno hizo su aparición: nadie es capaz de explicar el verdadero sentido de los eventos, nadie consigue encontrarles un sentido, explicar qué es, adónde se dirige ni lo que va a devenir.

Se trata de un objeto no identificado, una especie de Ovni. ¿Qué hacen esas personas que se reúnen noche tras noche? ¿Quiénes son? En su mayoría jóvenes, pero hay también gente de edad, jubilados, otros. ¿Qué hacen? Hablan. Comunican.

Vienen cada noche para eso: intercambiar ideas. Y vuelven al día siguiente con la esperanza de ser cada vez más numerosos, llegar finalmente a reunir una mayoría de partidarios.

¿De qué hablan? De su rechazo. Rechazo del poder, de la política y de los políticos profesionales, del sistema, de la vida que se les propone, de la sociedad tal como funciona.

En suma, expresan una puesta en cuestión radical de todo. Y esto es lo que caracteriza y diferencia este movimiento.

Hasta ahora, no hay ningún jefe que tome su dirección. Al contrario, se expresa el rechazo a cualquier tentativa de recuperación por un líder cualquiera. No es cuestión de seguir a un jefe como lo hacen todos los partidos o sindicatos. Tampoco hay consignas ni reivindicación principal como en las grandes manifestaciones acostumbradas por los franceses.

Entonces, ¿de qué se trata? Como era de esperarse, numerosos comentadores han dado sus explicaciones. Y como el movimiento siguió a las manifestaciones estudiantiles contra el proyecto de ley sobre la reforma del código de trabajo, pareció evidente que Nuit debout era la prolongación del mismo combate.

También se imponía la comparación con el movimiento de los indignados de España: improvisación semejante, más o menos espontánea, fuera de partidos establecidos, misma juventud rebelde determinada a hacerse oír.

Los poderes, instalados o de oposición, temen por encima de todo verse desbordados por la masa. ¿Es necesario sostener o asfixiar este movimiento?

La tolerancia del gobierno hacia Nuit debout, en un periodo de situación de urgencia a causa del terrorismo, era debida acaso, en parte, a la esperanza de apoderarse de un movimiento en apariencia cercano a la izquierda.

La violencia manifestada a las respuestas de Hollande da otro enfoque a los sucesos.

¿Se encontrará el sentido de Nuit debout? Pero si éste continúa, el sentido terminará por aparecer y tal vez no sea el esperado.