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Reporte Económico

Paraísos Expuestos, Sociedades Dormidas

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ras décadas de existencia, en el último cuarto de siglo los Paraísos Fiscales han sido objeto de múltiples investigaciones y estudios por parte de instituciones públicas, organismos internacionales, organizaciones civiles e investigadores autónomos, siendo estos dos últimos grupos los únicos verdaderamente incisivos en señalar los enormes daños económicos y sociales de tales paraísos, y la perversidad implícita de los gobiernos en su existencia, intocabilidad y proliferación. En el Reporte hemos ya abordado el tema con tanta amplitud como nula respuesta oficial ( REc 20 abr 2009, y 24 jun-01 jul 2013).

En el año 2000 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) enlistó 40 países/territorios como paraísos fiscales, en 2008 el Fondo Monetario Internacional a 46, y en 2015 el Congreso de Estados Unidos a 49. Una organización autónoma británica Tax Justice Network, enlistó por su parte en 2007 a 72 jurisdicciones (Gráfico 1), a la que Oxfam adiciona a Delaware en EU, y TJN a Nevada y Wyoming.

Al margen de su nebuloso origen y objetivos reales, los recién filtrados Documentos de Panamá (Panama Papers) no revelan en realidad nada nuevo pero al sacar a la luz nombres y apellidos han dado a los paraísos una nueva visibilidad de alto impacto social muy saludable.

Los paraísos son el núcleo duro y cínico de la depredación financiera que caracteriza al actual Modelo Corporativo de Globalización Monopolista que se apoderó del mundo desde hace cuatro décadas, haciendo de los gobiernos sus subordinados y subsidiarios, y con ello del planeta su botín y de la humanidad rehenes.

Según estimaciones de la ONU, hace un lustro entre 1.0 y 1.6 billones de dólares anuales era el flujo transfronterizo de dinero ilícito procedente de evasión fiscal, corrupción y actividades criminales; y según Global Financial Integrity unos 810 mil millones era la salida anual de dinero ilícito de los países en desarrollo.

Hoy estos montos son sin duda mucho mayores pues los paraísos fiscales se multiplican ante las narices de los gobiernos que deberían combatirlos o neutralizarlos en vez de aceptarlos y hasta alentarlos.

Los paraísos son proyecto y creación del capital corporativo global – bancos, corporaciones transnacionales e instituciones financieras de toda índole – en países y territorios que sin rubor alguno de sus gobiernos adoptan el triste papel de lavanderías globales al garantizar: 1) Secrecía: cobertura, resguardo e invisibilidad total para los capitales; 2) Nula supervisión o regulación a inversiones turbias o no; y 3) Cero o mínima tasa impositiva a empresas que en las naciones pagan 30-35% sobre utilidades y 0% en las Islas Caimán o Jersey por ejemplo, 3% en las Mauricio, 12.5 en Irlanda o 16.5% en Hong Kong.

Lo anterior se traduce en un fraude fiscal a las naciones y sociedades de magnitud colosal. En 2011 David Kocieniewski publicó que la participación de los impuestos corporativos en la captación fiscal de Estados Unidos cayó del 30% en los años 50s a 6.6% en 2009. Christian Aid estima en 160 mil millones de dólares anuales la pérdida fiscal global por facturación falseada de las trasnacionales; y Oxfam estima (2009) en 124 mil millones dicha pérdida, tratándose de individuos de alta riqueza en uso de paraísos fiscales. En 2015 el Congressional Research Service de Estados Unidos estimó en 100 mil millones de dólares la pérdida anual de ingresos por evasión/elusión fiscal de sus corporativos a través de paraísos.

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La secrecía – el secreto bancario convertido en alegoría de privacidad, seguridad y ocultamiento – es uno de los mayores atractivos que ofrecen los paraísos fiscales, desde las tradicionales cuentas numeradas de Suiza, hasta los siete velos (o más) que actualmente permiten la moderna tecnología digital y la ingeniería financiera, elementos capaces de esfumar a todo escrutinio miles de millones en breves segundos. Al efecto, Tax Justice Network publicó por primera vez en noviembre de 2015 su Indice de Secrecía Financiera (ISF).

Estima entre 21 y 32 billones de dólares la riqueza privada depositada sin pago de impuestos (o casi) en estas jurisdicciones de secrecía (paraísos) alrededor del mundo, y que cada año entre 1 y 1.6 billones de recursos ilícitos engrosan dichos depósitos.

Pero más allá de sus efectos fiscales, la secrecía de los paraísos corrompe y distorsiona mercados e inversiones, cubre fraudes, extrae riqueza a las sociedades y permite impunidad política a los perpetradores. Por ello se diseño el ISF, uno de cuyos principales hallazgos es que los países proveedores de secrecía financiera y encubrimiento de bienes expoliados no son las soleadas islas paraíso sino algunos de los países más grandes y ricos del mundo, con Suiza, Hong Kong y Estados Unidos a la cabeza, Alemania en octavo lugar, Japón en el 12, y el Reino Unido en el 15. China está en el lugar 20, Austria 24, Brasil 26, Francia 31 y México en el 52 (Gráfico 2).

De hecho los grandes déficits fiscales y deudas de los países europeos y Estados Unidos incluyendo las crisis de Italia, Grecia, Portugal (y México), son todos en parte resultantes de esa defraudación fiscal global, forma moderna y sofisticada del crimen organizado.

Si en 2008 la Government Accountability Office de Estados Unidos detectó que 83 de las 100 mayores corporaciones de ese país operaban en paraísos fiscales, y que tan sólo tres de sus bancos (Citigroup, Bank of América y Morgan Stanley) tenían en ellos 759 sucursales; y si en Londres se encontró que 98 de los 100 mayores grupos listados en la Bolsa de Valores operaban en paraísos, no es aventurado decir que hoy en día – salvo quizá alguna honrosa excepción –todos los grandes corporativos del mundo operan en los paraísos fiscales, al igual que todo millonario y aspirante que se respete.

Actualmente evadir y eludir impuestos es un deporte global de élite, al igual que lavar dinero, ocultar fortunas, especular con valores basura, derrumbar monedas y gobiernos, financiar operaciones encubiertas, y criminales de todo tipo,... y para eso están los paraísos fiscales, giros negros de la globalización, cloacas y llagas de un sistema enfermo.

Para los gobiernos sería muy fácil – si quisieran – neutralizar a los paraísos, idealmente mediante acuerdos de fiscalidad y regulación a través de la ONU. O bien adoptando medidas unilaterales de protección. Pero para ello se requieren otros gobiernos y otros congresos.

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