o es la primera vez que los mexicanos enfrentamos la contradicción entre la economía y la salud humana. Uno de los episodios más importantes ocurrió en 2009, cuando se presentó por primera vez en nuestro país (y en el mundo) la epidemia de influenza provocada por un agente hasta ese momento desconocido (el cual ahora, desafortunadamente, ya es muy popular entre nosotros): el virus A/H1N1. En aquel entonces las medidas adoptadas por las autoridades sanitarias, respaldadas por el gobierno de la República, significaron la suspensión de actividades en escuelas y lo que se llamó en ese momento distanciamiento social
, determinaciones que se traducían, por ejemplo, en que los restaurantes, estadios y otros establecimientos estuvieran vacíos, y en general en la reducción de la actividad económica.
Esas disposiciones acarrearon airadas protestas de diferentes sectores que las calificaban de exageradas, principalmente por la afectación de una amplia gama de actividades y las pérdidas millonarias asociadas. Hoy, a consecuencia de la contaminación del aire en el Valle de México, nos enfrentamos al mismo dilema. Las autoridades han decidido aplicar medidas que buscan reducir los alarmantes niveles de polución en esta región, que afectan la salud de las personas, mientras llueven las protestas que provienen desde el ciudadano que tiene que dejar estacionado un día de la semana su auto, hasta los grupos económicos que iracundos bloquean las carreteras.
Este dilema encuentra sustento en muy diferentes niveles; uno de ellos, por ejemplo, el familiar, donde a nadie le gusta que le afecten sus ingresos económicos, pero, al mismo tiempo, tampoco le gusta que sus seres queridos enfermen o que su vida esté en riesgo. Llevado el ejemplo a una escala mayor, como una ciudad, región o país, la complejidad es también evidente. Pero, en mi opinión, ante esta disyuntiva, gran parte de las personas que protestan tan enérgicamente por la afectación de las actividades económicas, desconocen el impacto real sobre la salud de los contaminantes atmosféricos.
Hace dos décadas, cuando los crecientes niveles de contaminación en el valle de México comenzaban a ser motivo de alarma, la respuesta de la autoridad era que los daños a la salud a causa de la polución no estaban demostrados. Sin embargo, esto ha cambiado, desde finales de los años 90 del siglo XX, se ha venido acumulando evidencia científica suficiente que muestra una clara relación entre contaminantes e incremento en la morbilidad (el número de personas que enferman por alguna causa) y la mortalidad.
En una excelente revisión realizada por C. Arden Pope III, del departamento de economía de la Brigham Young University y Douglas W. Dockery, de la escuela de salud pública de la Universidad Harvard, publicada en 2012, examinan las diferentes líneas de investigación que desde 1997 se han desarrollado para entender los efectos de las partículas suspendidas sobre la salud humana. La investigación científica ha abordado este tema considerando diferentes escalas de tiempo de exposición a dichas partículas o PM (del inglés Particulate Matter), evaluando sus efectos a corto, mediano y largo plazos, encontrando en todos ellos incrementos en la morbilidad y la mortalidad. Las PM son una mezcla de partículas sólidas y líquidas que tienen diferentes orígenes químicos, dimensiones y provienen de los procesos de combustión tales como los orignados por vehículos y los industriales, algunas de ellas con diámetros del orden de las micras (la milésima parte de un milímetro). Por sus dimensiones, como las PM2.5 (de 2.5 micras) pueden llegar a las regiones más profundas del árbol respiratorio provocando daños. Si bien los primeros estudios se enfocaron a las enfermedades respiratorias, como los efectos en el asma y los síntomas respiratorios, ahora sabemos que la inhalación de PM produce inflamación, estrés oxidativo, exacerbación de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y reducción de la función pulmonar.
Pero además, los efectos incluyen al sistema cardiovascular. A nivel cardiaco alteran la función del sistema autónomo, las señales eléctricas de las células (repolarización), aumentan la frecuencia de arritmias e incrementan la isquemia (falta de irrigación) en el músculo cardiaco. A nivel vascular, aceleran la progresión y desestabilización de las placas de aterosclerosis, provocan vasoconstricción e hipertensión. En la sangre se reduce la saturación de oxígeno, incrementan la coagulación, producen la activación de plaquetas y glóbulos blancos y provocan trombosis periférica. A nivel cerebral se incrementa la isquemia en el área.
Desde luego los daños por la exposición prolongada muestran efectos claros, pero aun estudios realizados en plazos cortos, muestran que el aumento de las PM en un solo día o en pocos días se correlacionan con un incremento en la mortalidad por enfermedades cardiopulmonares.
Según la Real Academia Española dilema
es una situación en la que es necesario elegir entre dos opciones igualmente malas o buenas, pero en este caso no me parecen equivalentes. ¿El dinero o la vida? No quiero decir con todo lo anterior que las medidas que se están tomando sean las mejores. Es muy difícil resolver el problema de la contaminación cuyo origen es multifactorial. Lo que se está haciendo ahora es un experimento que quizá fracase… Pero algo hay que intentar.