Al borde de la guerra
n el estratégico flanco meridional de Rusia, en Asia central, dos repúblicas de la antigua Unión Soviética, Kirguistán y Uzbekistán, se encuentran al borde de la guerra.
Muchas son las controversias que enfrentan a estos vecinos –entre otras, la disputa de territorio a lo largo de casi 300 kilómetros de zona limítrofe; el reparto de bienes de la época soviética; las alianzas geopolíticas que buscan establecer sus líderes y que se interpretan por la otra parte como amenaza a su seguridad nacional–, pero el añejo problema del agua, en meses recientes, se ha convertido en la mayor divergencia.
El sistema centralizado de planificación de la economía generó el actual nudo de contradicciones –que se agrava con los años, ya un cuarto de siglo desde que se disolvió la Unión Soviética–, y lo que antes se pensaba una idónea distribución de recursos ahora es fuente permanente de tensión: las repúblicas centroasiáticas, que ya no dependen sólo de la voluntad de Moscú, padecen un marcado desequilibrio en la posesión de las principales riquezas de la región, esto es, el petróleo y el gas natural, la energía eléctrica y el agua.
Tan preciada ahí como los combustibles, el agua –que da trabajo a decenas de miles de personas a ambos lados de la frontera– puede provocar un conflicto armado entre Kirguistán y Uzbekistán. En lo que va del año, después de que la crisis frenó el proyecto de construir una cascada de hidroeléctricas en Kirguistán por parte de Rusia, que Uzbekistán considera un riesgo para sus cultivos de algodón en caso de desastre, el principal foco de confrontación se volvió el embalse de Orto-Tokoisk, a 13 kilómetros de la frontera en territorio kirguiso y que reclaman como suyo los uzbekos.
Tashkent asegura que la presa se construyó en 1949 con dinero de los habitantes del valle de Ferganá y Bishkek revira que al firmar Uzbekistán el tratado de 1993 aceptó que todas las repúblicas ex soviéticas se quedaran con la infraestructura que había en sus territorios. Para Uzbekistán, la decisión de Kirguistán de construir la hidroeléctrica de Kambarata en ese embalse, sobre el río Naryn, puede reducir la cantidad de agua que reciben sus productores de algodón.
Tiroteos y otros incidentes llevaron a Tashkent a decretar el cierre unilateral de la frontera y a reforzar las posiciones de su ejército, mientras Bishkek denuncia que su vecino quiere quitarle el embalse.
Rusia, que procura evitar una guerra al sur de sus fronteras, realizó esta misma semana, en el linde de Tayikistán y Afganistán, unas maniobras de sus tropas de desembarco aéreo con soldados adscritos a las fuerzas de reacción rápida de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que integra con otras cinco repúblicas ex soviéticas, Kirguistán entre ellas.
Tras la exhibición de músculo militar, es hora de propiciar una solución negociada y Moscú, que aspira a ejercer el liderazgo en el espacio postsoviético, está llamado a desempeñar un papel clave como mediador.