Opinión
Ver día anteriorViernes 1º de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Otro tiempo en el tiempo
E

stamos celebrando hoy el nacimiento de Octavio Paz, el 31 de marzo de 1914 en México.

Sentimientos de nostalgia y emoción afloran ahora en mi memoria al evocar cómo festejé con él sus 84 años allá en la casa de Alvarado en Coyoacán.

Allá por decisión presidencial le dieron asilo al poeta para aliviar su convalecencia de una grave enfermedad Y del incendio de nuestra casa; allá donde pasó los efímeros últimos ocho meses de su vida.

Se me ocurrió entonces darle una sorpresa: reunir en una exposición todos los libros de arte que había hecho en colaboración con muchos de los mejores artistas de su tiempo.

Yo llamé esta exposición: De la palabra a la mirada.

En gran secreto cada día a la hora de su siesta lo dejaba al cuidado de sus enfermeros, atravesaba la ciudad hacia el Ángel de la Independencia y a una cuadra, en nuestro departamento, recogía los pesados ejemplares y emprendía de nuevo el viaje hacia el sur a la calle de Francisco Sosa.

Sería la primera exposición que montaría en la casa que supuestamente iba ser la Fundación Octavio Paz. Llamé a Miguel Cervantes para curar y ordenar la obra.

Foto
Marie Jo y Octavio Paz (1914-1998), quien nació un 31 de marzoFoto Archivo La Jornada

Cuando llegó el día, a solas con Octavio recorrimos las salas antes de la inauguración. Al ver su exaltación ante sus libros desplegados en las vitrinas y los muros todos ilustrados por sus amigos pintores dialogando al unísono, yo pensé que había acertado en mi decisión. Era como un niño que entra en la feria donde da vueltas un carrusel multicolor, pero en vez de los caballos de madera giraban las imágenes y las palabras de los poemas en una ronda endiablada.

Bajo su mirada todo de repente se volvió un espacio de ensueño, un encantado centelleo de luciérnagas en la noche de Coyoacán: Motherwell y Balthus, Tàpies y Twombly, John Cage y Duchamp, Matta y Alechinsky y Hanuman, el dios mono, brincando el lienzo de Hussein desde La India. También todos los amigos mexicanos: Tamayo, Álvarez Bravo, Gerzso, Soriano, Rojo, Nissen, Cohen, Cuevas, Felguérez, Sesma y el gran retrato que le hizo Gironella a Octavio.

Al regresar Octavio al cuarto una inefable sonrisa todavía iluminaba su rostro. Fue su último cumpleaños. Tres semanas después falleció, el 19 de abril de 1998. Pero el carrusel, como la vida, sigue girando.