Fueron trasladados a Damasco de al menos 29 museos, debido a la destrucción por el EI
Viernes 1º de abril de 2016, p. 6
Damasco.
Columnas de la agrupación Estado Islámico (EI) estaban a las puertas de la ciudad y Yaroob al-Abdullah no tenía mucho tiempo. Primero puso a salvo a su esposa y sus cuatro hijas y después intentó rescatar miles de artefactos antiguos.
A lo largo de una semana de intenso trabajo, agotado y deshidratado por el ayuno del Ramadán, el director de antigüedades de la provincia de Deir el-Zour y su equipo envolvieron la mayor parte de los objetos del museo de la capital provincial. Cuando terminaron, al-Abdullah se llevó 12 cajas con reliquias a Damasco en avión.
El cargamento incluía obras maestras: una estatua de casi 5 mil años de un devoto sonriente. Un fragmento de un colorido mural de un templo del siglo II del dios Bel. Miles de frágiles tablillas de arcilla con inscripciones cuneiformes, incluidos documentos administrativos, cartas y papeles comerciales que dan una idea de lo que era la vida hace casi 4 mil años en el reino semita de Mari.
La iniciativa, llevada a cabo en 2014, fue parte de la campaña de las autoridades sirias por tratar de poner a salvo todos los objetos valiosos en sitios que corren peligro de ser tomados por el EI. La magnitud de esa operación no se conocía hasta hace poco, pero personas involucradas dijeron que fueron vaciados al menos 29 de 34 museos y que más de 300 mil objetos fueron trasladados a la capital.
Los artefactos están escondidos en sitos secretos, conocidos sólo por unos pocos especialistas, según Maamoun Abdulkarim, director general de Antigüedades y Museos de Damasco, que supervisó la operación de rescate. Salvo esas personas, nadie sabe dónde están las antigüedades, ni los políticos ni ningún otro sirio
.
El alcance de los daños que puede causar el EI lo simboliza Palmira, joya de la arqueología siria, ciudad de la era romana muy bien preservada. Militantes del EI la capturaron el año pasado y destruyeron con explosiones al menos dos de sus templos más importantes. Durante el fin de semana, fuerzas del gobierno sirio recapturaron la ciudad y descubrieron que los ocupantes habían acabado con los museos, destruyendo estatuas y saqueando reliquias. De todos modos, unas 400 piezas habían sido escondidas por los funcionarios antes de la llegada de EI.
En todo el país ha habido destrozos de antigüedades. Los yihadistas hicieron estallar explosivos y apelaron a aplanadoras para no dejar vestigios de monumentos que consideraban afrentas paganas. Ellos y otros delincuentes aprovechan además el caos reinante desde que estalló la guerra civil hace cinco años para saquear sitios y vender los artefactos. En muchos museos había piezas tan grandes que no pudieron ser sacadas y cuya suerte se desconoce.
Pero los 2 mil 500 arqueólogos, especialistas, curadores e ingenieros del departamento de antigüedades del gobierno sirio, incluidos algunos que desertaron y se plegaron a la oposición, arriesgaron sus vidas para proteger todo lo que pudieron.
Una mujer de 25 años dirigió una caravana militar que sacó antigüedades de la ciudad norteña de Alepo, uno de los principales campos de batalla entre los rebeldes y las fuerzas del gobierno. Pidió no ser identificada por temor a represalias.
Los guardias de sitios arqueológicos en zonas que controla EI están en contacto con Abdulkarim y le envían fotos por WhatsApp. Varios fueron asesinados. Khaled al Asaad, ex director de antigüedades de Palmira, fue decapitado por extremistas en agosto por sacar artefactos del museo de la ciudad.
Ziad al-Nouiji, quien remplazó a al-Abdullah como jefe de antigüedades en in Deir el-Zour, llevó una segunda tanda de reliquias a Damasco el pasado junio.
Los militantes de EI lo buscan e hizo salir a su familia al exterior. Pero no se ha escapado. Es mi deber, el derecho de mi país. Si todos nos vamos y abandonamos nuestras tareas, ¿quién queda?
, preguntó.