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Ver día anteriorMiércoles 23 de marzo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Francisco en tres años, más reformador que progresista
A

tres años, el papa Francisco ha levantado diversas interpretaciones sobre la orientación de su pontificado, tanto su potencialidad como sus límites. En México acabamos de recibirlo y tenemos también un pulso muy preciso sobre el personaje. Es claro que estos más de mil días de reinado despiertan encontradas lecturas e interpretaciones. Las cifras dadas a conocer en Roma muestran a un pontífice argentino muy activo, con más de 800 discursos u homilías, 382 misas en Santa Marta, 124 audiencias generales y 12 viajes fuera de Italia. Un pontífice marcado por la sobriedad que ha retomado un papel muy relevante en la política internacional, marcada por su sensibilidad desde el sur, que los vaticanistas llaman la geopolítica de la misericordia, ya que no está atada a ningún bloque ni a cultura alguna.

Francisco regresa a lo que se denominó bajo Juan Pablo II un pontificado carismático. El papa Bergoglio cautiva urbi et orbi con un nuevo perfil de pastor cálido y cercano, así como con el diseño de una comunicación excepcional, pero al mismo tiempo preocupa a la curia por sus métodos a veces poco convencionales. Hay que comprender su identidad jesuítica como heredero de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, reformador de la Iglesia abierta a su siglo, pero sujeto a la palabra de Cristo y a la ortodoxia de la Iglesia. El hecho es que Francisco es aclamado en casi todo el mundo como un Papa sensible para articular la fe con el compromiso social que también irrita a la franja conservadora de la Iglesia. Los diversos observadores se preguntan: ¿Francisco es progresista, un reformador o revolucionario? Eugenio Scalfari, fundador del prestigiado periódico de izquierda La Repubblica, sigue sosteniendo que el Papa es un revoluconario profético. ¿Progresista? Si la noción de progreso puede parecer atractiva para el oído o estar asociada con el ex arzobispo de Buenos Aires, hay que reconocer que tiene sus límites en la tradición doctrinal, las inercias de poder en la práctica eclesial y en la misma teología.

El vaticanista Andrea Tornielli identifica a los más severos críticos del Papa en posturas polarizadas que comparten una misma decepción. Por una parte el bloque conservador obsesionado contra el magisterio del Papa que teme que Francisco cambie la doctrina, retoma sus frases y ampulosas declaraciones que, descontextualizadas, atentan contra la tradición. Por otro lado, hay críticos decepcionados del frente liberal-reformista. ¿Qué esperar de reformas del Papa argentino y los cambios doctrinales? Poco o casi nada, dicen, defraudados porque estos cambios no se producen. Por tanto, continuamos con Tornielli, Francisco para los conservadores es un revolucionario que rompe con la tradición de sus predecesores. Pero para los críticos liberales, es un conservador que se presenta bajo el disfraz de progresista. Frente a tal confrontación hemos insistido en que el Papa no es revolucionario ni progresista, Francisco es católico. El Papa es antiliberal desde los parámetros de la doctrina social de la Iglesia. Crítico de la globalización excluyente, de la trata de personas, de la explotación, de los padecimientos de los migrantes y de todo aquello que concibe como la cultura del descarte; sin embargo, desde el punto de vista eclesial su discurso en materia doctrinal sigue siendo tradicional. Hay cierta dualidad en toda una generación latinoamericana de católicos, que incluye a la teología de la liberación, entre el progresismo social y el tradicionalismo doctrinal. Temas como sexualidad, aborto, mujer y homosexualidad son sustraídos del debate social. El recordado Samuel Ruiz, por ejemplo, apoyaba a los indígenas y enfrentaba las injusticias, pero también simpatizaba con movimientos conservadores como pro vida.

Fortunato Mallimaci, sociólogo argentino que conoce bien al Papa, señala: Sus historias, sus memorias y subjetividades cuando era Bergoglio no pueden ser ignoradas o cambiadas. Sin embargo, las ciencias sociales nos han mostrado cómo las trayectorias son modificadas por las estructuras, cargos, carismas y contextos. La tensión entre agente y agencia, entre estructura y actor, debe formar parte del análisis. No es lo mismo Bergoglio en Buenos Aires que Francisco en Roma. Cuando llegó Jorge Mario Bergoglio al pontificado, la Iglesia sufría de una profunda crisis interna y escándalos que erosionaron su legitimidad mundial. Francisco opera un importante proyecto para limpiar la Iglesia desde dentro y barrer los vicios que la afectan: la creación de un consejo de cardenales para diseñar la reforma de la curia. El establecimiento de una secretaría para la economía, para garantizar la transparencia de las finanzas de la Santa Sede. La creación de un cuerpo para juzgar a los obispos que cubrieron los crímenes de los sacerdotes pedófilos, que aún no ha dado resultados. La profunda reforma de la curia y de la Iglesia es una prioridad para el Papa, pero también dar un rostro de la Iglesia más humano al mundo y a la sociedad, en particular a través de la opción por los pobres y la justicia. Justo en México el discurso más elaborado, directo y contundente fue emitido a los obispos para abandonar vicios con el poder y vínculos excesivos con la clase política. Es parte de la reforma de Francisco, un papa de la era global que mira el catolicismo mundial. Tres años no son suficientes para hacer una evaluación de fondo. Mujeres y pederastia, factores críticos de la agenda futura del Papa. Sin embargo, ya podemos afirmar que la luna de miel del Francisco latinoamericano ha terminado. ¿Qué podemos esperar en los próximos meses, en los próximos años de este pontificado? Un debate más a fondo sobre el papel de la Iglesia en la sociedad moderna y el futuro del catolicismo a escala global. En primer lugar, en las próximas semanas, la publicación de la Exhortación apostólica, que indicará las orientaciones de la Iglesia para el ministerio de la familia, después de los dos sínodos sobre familia, respectivamente en 2014 y 2015. Sobre este documento abre expectativas significativamente diferentes y será un parámetro para medir el calado que puede realizar Francisco en sus reformas.