ndependientemente de que Bernie Sanders y Donald Trump ganen las candidaturas de sus respectivos institutos políticos, el camino andado parece no tener retorno. Será difícil que los partidos Demócrata y Republicano sean los mismos después de estas elecciones.
Trump, con su descarada forma de hacer o deshacer la política y la manera brutal, cínica y grosera de referirse a los problemas, ha dejado mudos a quienes en su propio partido piensan igual, pero sin los recursos histriónicos de los que él hace gala. Cualquiera que con un poco de actitud masoquista tenga la paciencia de analizar lo que dice Trump caerá en cuenta que no es muy diferente de lo que Cruz y Rubio han expresado, como senadores, y en su campaña por la candidatura republicana. Tampoco es muy diferente a lo que los líderes de su partido han proclamado durante años dentro y fuera del Congreso: levantar un muro en la frontera con nuestro país, deportar a los indocumentados, culpar a México de los problemas de drogadicción en Estados Unidos, derogar la reforma al sistema de salud, escalar la guerra en el medio oriente, denunciar cualquier pacto de distención con Irán, despreciar la calidad del medio ambiente, negar la promoción de una reforma fiscal que grave a quienes más ganan. Palabras más palabras menos es lo que, con una dosis menor de hipocresía, también ha dicho Trump. Desesperación y demagogia engendran huevos llenos de serpientes. El resultado: temor ante el incierto futuro que representa Trump, en caso de llegar a la presidencia.
La candidatura demócrata de Bernie Sanders, contraria a la de Trump, ofrece certezas y esperanzas para el futuro de la sociedad en su conjunto. Si bien su discurso es también directo y en ocasiones agresivo, en cambio está cargado de optimismo sobre el camino que se debe transitar para la creación de una sociedad más tolerante y justa, en la que las abismales diferencias sean cada vez menores. El discurso de Sanders no sólo ha impactado a la sociedad estadunidense, sino que ha tenido eco en otros países que buscan con desesperación un cambio cualitativo en su rumbo. Para mala fortuna de los millones que han apostado para que Sanders sea quien encabece ese cambio desde la presidencia de Estados Unidos, las posibilidades no son muchas, según revelan los sondeos de opinión. En lo que no hay equivocación, es que al Partido Demócrata le será difícil evadir el cambio que Sanders, sus partidarios y la sociedad en general le reclama. Es más, Hillary Clinton, que muy probablemente será quien represente a los demócratas en las elecciones generales del próximo noviembre, ya ha dado un giro importante en su retórica sobre la ruta que el país debe seguir. La sensibilidad que últimamente imprime en sus discursos evidentemente está influenciada por el discurso social de Sanders. Para los demócratas tampoco hay retorno. De ese gran cambio, el único responsable es Bernie, como afectuosamente le llaman millones de jóvenes, y otros no tan jóvenes, a los que su propuesta radical ha impactado profundamente.