ebemos reconocer que El Bronco es un personaje que no deja de llamar la atención. Verlo actuar con tintes iconoclastas en cuanto a las formas de la política mexicana, quizá todavía en exceso almidonadas, recuerda a ese Fox de triste memoria. Lo cierto es que sigue la escuela de éste, cuando fue gobernador de Guanajuato, dejándose ver poco por su oficina a efecto de andar por el mundo promoviéndose exitosamente para Presidente de la República. ¡Así nos fue!
Cabe decir también que nos da un fuerte aire al famoso Piporro (qepd), aunque parece que si don Eulalio González contribuyó sobremanera a fortalecer el ánimo y a propiciar el orgullo que esa frontera tiene de sí misma, El Bronco ya comienza a avergonzarla. Si no a todos, todavía, por lo menos a 48 por ciento del electorado neoleonés que sufragó en su favor, alentado por la mercadotecnia.
Al parecer, si las elecciones se repitieran ahora, no alcanzaría ni la mitad. No cabe duda de que no ayuda a la idea de que haya candidatos independientes de los partidos políticos.
En cierta medida, Fox también fue un candidato independiente, pues su apoyo básico no se encontraba en el PAN que lo postuló, sino en fuerzas misteriosas sospechosamente parecidas a las que le abrieron el camino al actual gobernante de Nuevo León, cuya independencia
resulta más falsa que un billete de 15 pesos.
Nada más atinado que el señalamiento puntual y bien documentado que hace un par de semanas le hizo a éste el senador Arturo Zamora, dando fe de que desde que tomó posesión, el 4 de octubre pasado, el señor gobernador ha andado del tingo al tango por todo el país en abierta campaña presidencial y, obviamente, desatendiendo el changarro.
Fox tuvo la suerte de no tener un contratiempo como el de la masacre del penal de Topo Chico, Nuevo León, que llegó a mayores porque el gobierno de ese estado tardó muchísimo en meter las manos, quizá con toda mala fe para que la sangre corriera a raudales. Tal vez El Bronco pensó que la Divina Providencia se encargaría de arreglarlo sin que él tuviera que preocuparse.
Lo que digo podría no ser descabellado después de haberle oído decir de viva voz al señor ingeniero agrónomo don Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, en ocasiones diferentes, que él es elegido de Dios, quien lo puso a prueba con la muerte de su hijo, y como la pasó con sobresaliente
, ahora es el Altísimo quien dirige directamente sus acciones. Por supuesto, el único testigo de tal designación es él mismo.
Así lo dijo, por ejemplo, con todas sus letras, en la visita que hizo a la iglesia de la Luz del Mundo en Guadalajara, en ocasión de la bienvenida a las delegaciones de todo el mundo al sobrevenir las conmemoraciones de agosto. Es decir, los testigos de su aserto fueron muchísimos…
Por cierto que, por deferencia, lo invitaron a hacer uso de la palabra y luego no hallaban como callarlo. Tal parecía que Dios nuestro Señor no dejaba de darle cuerda. Finalmente, se lo tuvieron que decir al oído, pero con todas sus letras.
Sobrevino luego una comida de muy poca gente y repitió su tesis y además, procedió a ofrecerles el oro y el moro, como si el fuera el dueño absoluto de Monterrey. Obviamente, de todo lo ofrecido, siguiendo con su costumbre, nada ha cumplido. Esperemos que de ello no le eche luego la culpa a Dios.