ecientemente, un grupo nutrido de prestigiosos artistas, arquitectos y otros profesionistas ha protestado, con justa razón, por la afectación inaceptable del Espacio Escultórico de la UNAM, causada por la inexplicable construcción del edificio H de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS). Dicho espacio es, sin duda alguna, un sitio emblemático de Ciudad Universitaria (CU) y una de las obras del llamado land art más imponentes del mundo. Este caso, sin embargo, no está aislado, y por ello su solución de fondo y de cara al futuro no puede reducirse a tapar el error cometido, aplicar medidas paliativas o inclusive correctivas más drásticas (por ejemplo: quitarle varios pisos), para luego olvidarse de las causas y situación general. Este caso es sólo un síntoma de una problemática o dinámica subyacente más compleja y urgente de transparentar, entender y revertir de manera sistémica e integral.
En los últimos ocho años, CU creció en edificaciones a una tasa extraordinaria. En este periodo se contabilizaron decenas de construcciones, incluido el citado edificio de la FCPS, un nuevo edificio de la Facultad de Filosofía y Letras, el enorme complejo del Centro de Ciencias de la Complejidad y el Centro de Investigación, Política, Población y Salud, el edificio Mario Molina de Química para vinculación con la industria, un edificio en la Facultad de Ciencias, el edificio del Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, el Centro de Ingeniería Avanzada, el Palacio de Exposiciones, etcétera.
¿Realmente era de primordial necesidad construir todos estos edificios en los sitios donde se emplazaron, con los diseños que se eligieron y afectando o destruyendo remanentes del Pedregal de San Ángel y la Ciudad Universitaria, Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco? ¿O podría mejor haberse coordinado, articulado y consensuado con expertos, sin conflicto de interés alguno y con conocimiento de causa, un plan de optimización de espacios y recursos y, en dado caso, se habría podido hacer un plan de rescate o reconstrucción de recintos existentes y/o construcción de sólo los imprescindibles, con criterios arquitectónicos coherentes con el resto de CU y sin afectar el paisaje? Todo eso, ¿podría haberse orquestado por las instancias de la UNAM responsables para ello, y de preferencia, en torno a un plan maestro de desarrollo y conservación de la UNAM, y de CU?
Obviamente la UNAM tiene necesidades primordiales de docencia e investigación que ameritan espacios. Pero también tiene a su resguardo recintos y espacios verdes que, de manera importante, incluyen una reserva biológica, una de las más grandes del mundo en el seno de una urbe, que debe cuidarse para el bienestar de todos los mexicanos y más allá. Se trata de la reserva ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA), que abarca una área de 237 hectáreas.
Estos espacios no edificados son cruciales para la vida misma y la sobrevivencia de la Ciudad de México. Las áreas naturales conservadas tienen un papel funcional ecosistémico imprescindible: captación de agua de lluvias y recarga de acuíferos (más de la mitad de toda el agua consumida por la propia CU se perdería de no ser por la REPSA), captura de carbono y, con ello, mitigación de emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, equilibrio de temperatura y de humedad del aire, amortiguamiento del ruido ambiental, y conservación de diversidad de plantas y animales, sin la cual, el hombre no puede vivir.
Ciudad Universitaria, con toda su belleza y riqueza biocultural, es de todos y es responsabilidad de la UNAM cuidarla como tal, siempre y cabalmente pública. Urge revisar y rectificar a fondo todo aquello que la amenaza en su integridad física, ética y sustancial, corregir el rumbo de los autoritarismos y personalismos patrimonialistas, que desvían poder, recursos y espacios, que degradan la belleza y riqueza biocultural que todos los universitarios, pero sobre todo sus autoridades deben cuidar. Es inaceptable que los errores no sean reconocidos y que sus responsables no sean llamados a cuentas en cada caso.
En congruencia con esta postura, preocupados por la degradación del Jardín Botánico de la UNAM, que es una de las áreas de amortiguamiento de la REPSA, un grupo de investigadores desde el Programa de Arte, Ciencia y Resistencia: Praxis Biocultural Emergente de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad AC, emprendimos, en colaboración con un grupo de artistas, un proyecto que poco a poco se hizo camino para rescatar un recinto que es el ahora Foro Dahlia en el Jardín Botánico de la UNAM y hacer una exposición colectiva de arte. Estará abierta hasta el 19 de marzo del presente.
Con Milpa: ritual imprescindible se recuerda que sin esta naturaleza diversa no existe el entorno natural imprescindible para una agricultura amigable con el ambiente, y sin ella no hay cultura ni diversidad, no hay milpa, maíz, frijol, calabaza, chile, quelites… y todo el alimento imprescindible para el cuerpo y el alma, y tampoco hay agricultura campesina, justicia socioambiental o soberanía.
Así como cualquier ser vivo no puede seguir viviendo si se le parte en pedacitos o desmembra, o si se le deja de alimentar y cuidar, las áreas protegidas no deben descuidarse o seguirse fragmentando si queremos que sigan ahí para nuestros hijos y nietos.
Es realmente vergonzoso para todos los universitarios, que tengan que ser personalidades distinguidas de la arquitectura, el arte y la cultura externas a la UNAM las que levanten la voz ante la destrucción de CU. ¿Dónde está la comunidad universitaria crítica y la voz de la conciencia ética de esta nación mexicana que la UNAM representa? Ciertamente hubo intentos de impedir la destrucción en algunos casos, incluyendo una carta firmada por miles de universitarios, que cuestionó la explosión de construcciones en CU y pidió transparencia. Ante esta y otras inconformidades sólo respondió el funcionario y científico a cargo de la REPSA, quien, sin éxito, también intentó impedir la construcción (destrucción) en varios casos (http://labrujula.nexos.com.mx/?p=556). El nuevo rectorado del doctor Enrique Graue Wiechers no es responsable de estos hechos, pero sí de transparentar sus causas, dirimir responsabilidades y construir soluciones reales, sistémicas, robustas y de largo aliento. Confiamos en que asumirá este reto con la integridad y la inteligencia que se le reconoce.
* Investigadora de tiempo completo del Instituto de Ecología de la UNAM y presidenta de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad