estora Salgado García, con mirada firme y voz candente, clama por su libertad. Su salida inmediata del penal de Tepepan con justicia. Una libertad que llegue como llamado a su pueblo y pueda –casi de manera mágica– transformarse en el derrotero de un Estado represor.
Treinta meses de encierro, pese a los cuales, desde su interior continúan surgiendo pensamientos enteros, sólidos, rebeldes. El Estado, con toda su brutalidad, no ha podido apagar el reclamo fundamental de su causa. Y con la fortaleza del cariño de sus hijas, que en forma esporádica atajan el dolor de sus manos con masajes cálidos que desean eternos, Nestora espera que sea su mismo verdugo quien le devuelva su vida. El quebranto físico es evidente. Sus convicciones, en cambio, latentes.
De manera casi inexplicable encuentra esperanza. Le llevo una solicitud internacional de libertad y reparación, conseguida a la fuerza con la lucha de su familia. Una decisión que evalúa por primera vez de forma independiente en estos más de dos años del absurdo que venimos atestiguando todos cada día que se prolonga su encierro. La justicia nacional ha sido esquiva, negligente, cómplice, mejor dicho, artífice del uso abusivo del poder punitivo para acallarla, desintegrarla. Ahora le toca liberarla.
Las declaraciones contundentes del Alto Comisionado de Naciones Unidas en el caso de Julian Assange me dan las palabras que necesito para explicar de una manera sencilla, humana, qué significa que el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU declarara su detención ilegal y arbitraria desde el inicio de su confinamiento hasta la actualidad. Intento transmitirle cómo funciona el derecho internacional contra la impunidad, la elimina, y cómo surge la obligatoriedad de sus normas. Observa sorprendida. Por fin alguien se ha dado cuenta de que está siendo juzgada dos veces y que nada en su caso se parece a un juicio justo. Releemos su orden de libertad y con ella su reivindicación internacional como lideresa indígena criminalizada por su trabajo de policía comunitaria. Así, Nestora se une al cúmulo de presos políticos en el mundo que no encuentran otro ámbito que el internacional para desenmascarar al Estado. En esa pelea a escala global, el derecho estuvo de su lado.
Y se acaba la visita, hace frío y debo irme. No quiero. La solicitud de libertad no tiene la llave. El Estado la tiene.
Nestora se aferra a tanta gente que la apoya, al trabajo inconmensurable que realizan día a día todos aquellos que luchan incansablemente por su libertad desde distintos ámbitos. Los periodistas rescatan su voz del silencio impuesto y los organismos internacionales tratan de contrarrestar la arremetida estatal contra sus derechos.
Son semanas cruciales para que las autoridades internas tomen las medidas necesarias para revertir esta injusticia y podamos tener a Nestora en libertad.
Y Nestora, espera…
* Clínica Internacional de Derechos Humanos. Universidad de Seattle.