ara no hacerla de emoción, de entrada aclaro que el hilo que conecta estos tres nombres es la crisis ecológica global. Esa crisis nos pone en el momento más crítico en la historia de la humanidad
, dijo Chomsky hace unos días (La Jornada, 7/2/16). Francisco acaba de decir: Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia
, y lo dijo precisamente en Chiapas. Pero antes de elaborar más sobre estas convergencias, permítaseme una breve digresión.
Hay un libro escrito por Joseph Ratzinger, mucho antes de que se convirtiera en el temido crítico de la teología de la liberación, en el que retomaba una especie de cuento o parábola de Kierkegaard. Contaba que una vez un circo llegó a un pueblo, como tantas veces ha sucedido en la historia y la geografía del mundo. El día del debut, cuando todos los actores se habían puesto ya sus vestimentas para la función, se desató un incendio en el circo. Un payaso salió corriendo al pueblo en busca de ayuda. Como iba vestido de payaso los habitantes del pueblo creyeron que se trataba de un truco publicitario para atraerlos a la función. Entre más insistía el payaso que estaba hablando en serio y que el incendio era real, más admiraban su calidad profesional y más se reían de la maestría con que el cómico simulaba la tragedia. Al final se quemó el circo, las llamas se pasaron al pueblo y todos murieron, porque nadie podía tomar en serio a un payaso.
Resulta curioso que la historia contada por Ratzinger se aplique casi literalmente a la visita a México de su sucesor. No es que se haya tratado de payaso a Francisco (las cosas que se llegaron a decir de él fueron mucho menos honrosas) sino que, ocupados en ver con lupa los defectos reales o imaginarios del personaje y de su visita, nadie hizo caso de su advertencia de que la tierra se está incendiando (lo que, dadas las circunstancias, no es una simple metáfora). Es lo que en términos menos coloridos que el cuento de Kierkegaard pero también muy gráficos, se ha llamado matar al mensajero
para ignorar, desacreditar o sepultar el mensaje. Lo que habría que hacer, por lo tanto, es dejar de lado momentáneamente o poner entre paréntesis
las críticas (justificadas o no) que se puedan hacer a Francisco o a su Iglesia para considerar y sopesar su mensaje.
Lo notable de la coincidencia entre Chomsky y Francisco es que no se limita a su advertencia de que el cambio climático es la amenaza más grave para la humanidad, sino que se extiende al conjunto del diagnóstico: que la causa de esto es un sistema económico basado en la prioridad absoluta de la ganancia privada, que los principales causantes son los países ricos mientras los primeros y más gravemente afectados son los países pobres; que el problema climático está íntimamente ligado al de la guerra (que es un gran negocio), y que ambos están ligados a los de la migración y la marginación (el descarte
diría el Papa). Finalmente, que la gravedad de la amenaza es comparable a la de una guerra nuclear, y hay más pero con eso basta por lo pronto.
El hecho de que haya tales coincidencias entre dos personas de tan diferente filiación filosófica no puede estar exento de implicaciones y significados. En primer lugar, lo menos que puede hacer una persona sensata es detenerse a considerar que, si coinciden tanto dos pensadores tan diferentes, es muy probable que sea verdad lo que dicen. En segundo lugar hay algo menos evidente a primera vista, pero no menos importante.
Algunas personas admiten las buenas intenciones de Francisco, pero dudan de que pueda ponerlas en práctica. Sostienen que frente a la enorme inercia burocrática y la oposición de intereses particulares que dominan la institución, le será imposible reformar la Iglesia, pero lo que éstos no ven es que Francisco y sus buenas intenciones no son más que una expresión individual y por lo tanto, necesariamente limitada, de un movimiento histórico más hondo que ya está en marcha. Un síntoma de esa transformación de larga duración es el hecho de que Francisco sea el primer Papa nacido fuera del viejo mundo
. Otro síntoma es la coincidencia entre Chomsky y Francisco.
Francisco obviamente representa a la Iglesia y a la doctrina católica. Chomsky es uno de los más notables representantes de la tradición de pensamiento laico, racional y crítico que se remonta a la Ilustración. La historia de los tres últimos siglos casi se puede resumir en la historia de la guerra entre la Ilustración y la Iglesia católica. Y ahora resulta que el representante de la Ilustración y el representante de la Iglesia católica coinciden en la crítica del capitalismo, en la defensa de la tierra y de los oprimidos de la tierra. Para un observador cuidadoso de la historia esto es una señal que anuncia que los tiempos están cambiando. Ciertamente, hay y habrá duras resistencias, y la contrarrevolución siempre es un riesgo presente. Pero el movimiento está en marcha.
Aquí entra la relevancia de que Francisco haya escogido Chiapas para reiterar su advertencia sobre la crisis (socio)ambiental. El lado más obvio es que, si en su encíclica Francisco ya había planteado el papel especial de los pueblos originarios en la defensa de la tierra, así como las amenazas de despojo que sufren, Chiapas era el lugar lógico para reiterarlo. El lado menos aparente es el que tiene que ver con los movimientos profundos de la historia: la diócesis que encabezó Samuel Ruiz ya había prefigurado la convergencia de que hablamos. Esta opción de Don Samuel había sido atacada, estigmatizada y marginada por su misma Iglesia. Ahora, con la visita y las palabras de Francisco, ha sido puesta en el centro. Se pueden aplicar al Tatik Samuel las mismas palabras que él aplicó a los indígenas en 1994: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.
Las grandes trasformaciones históricas en curso, junto con la crisis más grave que ha enfrentado la humanidad (según nuestra dispar pareja de profetas) exigen dejar de lado rancios prejuicios e incluso ser capaces de poner entre paréntesis críticas justificadas. Sin un enorme esfuerzo para dejar de lado nuestras diferencias y converger en la defensa de la casa común
será imposible vencer los poderes fácticos causantes del calentamiento global. Si persistimos en la actitud de ver con lupa la paja en el ojo ajeno, para decirlo en breve, estamos fritos. Las llamas en el circo ya comenzaron.