a primera vez que alguien me pidió un boleto para ver al papa Francisco lo tomé como una ocurrencia graciosa, pero después de algunas semanas me di cuenta de que la gente me hablaba en serio cuando me preguntaba por los detalles de la visita papal. Entre mis amigos se encuentran el padre Óscar Enríquez, fundador del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, y el ex sacerdote Alberto Athié, luchador incansable contra la pederastia clerical. Sin embargo, no soy creyente y no tengo cercanía con la cúpula de la Iglesia, así que las preguntas que me hacían sobre cuestiones organizativas me parecían improcedentes. Conversé de esto con otros activistas y me compartieron que habían tenido experiencias similares. Entonces me di cuenta de que la gente tiene la percepción de que el Papa se dirige a Juárez desde Roma para encabezar una jornada de protesta, como una suerte de Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, como la que realizó en 2011 Javier Sicilia, pero ahora a escala global. En aquella ocasión Miguel Ángel Granados Chapa caracterizó dicha caravana como una suerte de foro itinerante. El recorrido de Francisco por algunos lugares de México es visto por muchos como tal. Incluso una carta dirigida al Papa por varias organizaciones sociales de Ciudad Juárez se llama Bienvenido al epicentro del dolor, la esperanza y la resistencia
. Esa es la razón por la cual algunos preguntan sobre los detalles de la visita a quienes identifican con la organización de marchas y protestas. Y también por eso mucha gente quiere estar cerca para decir algo a Francisco, o para escucharlo decir algo que los valide en su dolor, pero también en su esperanza y en sus luchas cotidianas. Contra los pronósticos iniciales de las autoridades, la visita del Papa se ha convertido en acto de agitación política que ha tenido ya un impacto importante en la configuración de una suerte de mapa de la indignación.
Un sector de la opinión pública argentina ha criticado la tibieza del entonces superior provincial de los jesuitas Jorge Mario Bergoglio durante la última dictadura militar de su país. En concreto se le señala por no haber hecho lo suficiente para proteger a los sacerdotes Francisco Jalics y Orlando Yorio, quienes fueron secuestrados y torturados en la infame Escuela Mecánica de la Armada (ESMA). Bergoglio respondió en su momento a los señalamientos alegando que hizo lo que pudo desde la circunstancia en que se encontraba en aquella época. Ahora se espera que como jefe de la Iglesia rinda cuentas a otra escala. Estela Carloto, dirigente de Madres de Plaza de Mayo, ha dicho que los argentinos esperan que la Iglesia haga una autocrítica sobre su actuación durante la dictadura militar. En México, Alberto Athié ha denunciado que en este país hay mil niños víctimas de sacerdotes católicos pederastas. Athié sostiene que el Vaticano ha solapado esos delitos a través de una política de encubrimiento.
No obstante lo anterior, los fieles identifican a Francisco como un Papa justiciero. Yo no sé si lo sea o no, pero me parece que debido a esa percepción, por lo menos en Juárez, la gente le ha disputado la visita a la jerarquía eclesiástica y a las élites políticas y económicas. Esto se ha reflejado en el ánimo de muchos activistas, víctimas y grupos solidarios de acercarse a demandar un espacio para hacer valla por donde va a pasar el Papa. Incluso hay grupos de otras partes de Chihuahua, como los barzonistas, que estarán recibiendo al obispo de Roma con un saludo que en realidad es una denuncia. Esperan que, como se dice en el campo chihuahuense, el Papa le amarre las vueltas a los caciques locales que por estos días se muestran más papistas que el Papa. Es curioso ver a las autoridades locales realizando obras, la mayoría de ellas cosméticas, como si el representante del Vaticano fuese una suerte de agencia fiscalizadora externa que viniera a evaluar su gestión administrativa. Los medios de comunicación locales se refieren con sarcasmo a cada una de estas obras como otro milagro del Papa. La gente espera que, como lo ha hecho en otros lugares, Francisco llame la atención a los clérigos alcahuetes y comodinos que solapan a políticos corruptos, como el gobernador César Duarte. Eso sería congruente con la diferencia que ha establecido entre pecadores y corruptos. Evidentemente, el Papa no ha venido a México a regañar a nadie, pero será interesante observar cómo se tejen los intercambios entre las denuncias y los mensajes cifrados mediante los cuales responderá a lo que se le plantee. Se sabe por un correo electrónico filtrado el año pasado que está enterado de lo que pasa en México porque algunos obispos mexicanos le contaron que la cosa está de terror
. También escribió que teme la mexicanización de Argentina. Desde su llegada a México el pontífice ha insistido en el perdón y ese parece que será uno de los pilares de su prédica en su recorrido por el territorio nacional. Sin embargo, cuando aborde el avión en el que volará de Juárez a Roma Francisco quizá habrá comprendido que México es un país donde difícilmente habrá perdón sin justicia.
*Premio Chihuahua de Literatura 1995.
Su novela más reciente se titula Garabato