La exposición Divino y humano reúne 137 obras en las que plasmó figuras bíblicas
Sábado 13 de febrero de 2016, p. 3
Madrid.
En la Fundación Canal de Madrid, hace unos días, se inauguró la exposición Chagall: divino y humano.
Esa muestra, que concluirá en abril, reúne 137 obras que tienen en común la interpretación o libre representación de las figuras bíblicas o de las parábolas religiosas que marcaron la infancia y la vida del artista nacido en Bielorrusia.
Figuran litografías, xilografías y aguafuertes pertenecientes al Kunstmuseum Pablo Picasso Münster; muchas se exponen por primera vez en la capital española y fueron organizadas en torno a un espacio cultural que se transformó, de manera simbólica, en sinagoga. Aunque Marc Chagall no era especialmente religioso, las costumbres hebraicas se funden con los espacios mundanos de un artista que consideró su obra maestra gráfica
sus ilustraciones para la Biblia.
Expertos en Chagall coinciden en que el pintor de origen judío, quien debió emigrar precisamente por la persecución religiosa y étnica que sufrió su pueblo en el siglo XX, llevó a su imaginario artístico algunos de los conceptos religiosos con los que creció: el árbol del Paraíso, la zarza ardiente de Moisés, los árboles en el mundo terrenal y su vinculación con el hombre. Pero también los textos sagrados y su representación del origen del mundo, de los valores morales, del bien y del mal.
El pintor tuvo desde pequeño una severa y ortodoxa educación religiosa, con una familia que profesaba el judaísmo y leía y estudiaba los textos sagrados.
En su pintura hay una influencia, inspiración o evocación de un misticismo que siempre formó parte de sus preocupaciones estéticas y existenciales en su obra pictórica y su literatura.
Chagall: divino y humano abarca casi cuatro décadas de su trayectoria artística, en las que se tratan temas profanos, como las descripciones de la vida cotidiana rusa en los grabados de artista Les âmes Mortes (Las almas muertas), de Nikolái Gogol y temas sagrados, como las ilustraciones de la Biblia aparecidas en 1956, en París.
En las obras pictóricas también se muestra el pensamiento artístico de Chagall, caracterizado por la felicidad y optimismo que desprenden gracias a la utilización de intensos y vivos colores.
El recorrido por esta exposición inédita comienza en un atrio que acoge Autorretrato en la ventana (1957), Paisaje azul (1958) y Los tres acróbatas (1957), que introducen al espectador en el tema de la muestra y en el universo artístico de un pintor considerado el maestro del color de la modernidad.
La sección titulada Divino y humano ocupa la sala de oración
, donde se muestra cómo Chagall introdujo el factor humano en imágenes religiosas, como las figuras bíblicas de David y Betsabé que se yuxtaponen a las de amantes de la vida real, y también incluyó símbolos sagrados en imágenes mundanas, como en los edificios de París, que representan crucifijos. El espacio Sancta Sanctorum se consagra a las ilustraciones que hizo para la Biblia por encargo del editor francés Vollard, para lo que viajó a Palestina.
Entre 1931 y 1939, Chagall pintó 66 aguafuertes sobre la Biblia, labor que fue interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, que lo obligó a exiliarse en Estados Unidos, y que retomó entre 1952 y 1956 para completar 105 obras, de las que una veintena figuran en la exposición, como Moisés y la serpiente (1956) y La creación del hombre (1958).
Además, incluye las técnicas que utilizó: grabado, aguafuerte, xilografía y litografía.