Simulación y más simulación: de la máscara institucional al ninguneo
no de los ensayos más famosos de Octavio Paz en El laberinto de la soledad es el titulado Máscaras mexicanas
. El tema es la simulación como forma de paradójica identidad de los mexicanos: “Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa (…)”. La simulación como forma de ser en la vida cotidiana, pero también en la conducta de las instituciones y la vida pública. Promesas, compromisos, declaraciones, decretos, leyes en forma: todo es falso. Desde el siglo XIX, el propio proyecto constitucional es simulacro. Lo más pernicioso no es la brecha entre lo que se dice y lo que se hace, sino lo que se aparenta hacer y en realidad no ocurre.
Se hacen programas contra la pobreza dentro de una estrategia de política económica que los destina al fracaso. La estructura contra la corrupción es corrupta y la democracia es una mascarada o un carnaval. Y continúa Paz: El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos, también, de sí mismo
.
En las políticas sobre seguridad es donde se observan los casos de mayor simulación. Los aspirantes a conducir los municipios saben de antemano que no podrán garantizar nada. El efecto de vivir en medio de máscaras es saber que hay reglas, pero éstas son códigos paralelos a los formales y constituyen un mundo fáctico de entendimientos subterráneos.
Y la consecuencia fatídica de la simulación, remata Paz: No sólo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y fantasmales; también disimulamos la existencia de nuestros semejantes. No quiero decir que los ignoremos o los hagamos menos, actos deliberados y soberbios. Los disimulamos de manera más definitiva y radical: los ninguneamos. El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno. La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno
. Detrás de la máscara hay neblina.