Desfile de ocho toros disparejos, débiles y sosos de Marrón
Perdidos con la espada los matadores
de dinastía
Lunes 8 de febrero de 2016, p. a43
No se pone en duda el esfuerzo cotidiano de los ganaderos de lidia, pero es obvio que la gente padece cada tarde su pobre concepto de bravura con el que pretenden halagar a las figuras para al mismo tiempo alejar a los públicos de las plazas. Y si además celebran alegres intercambios de halagos en su asamblea anual sin el menor asomo de autocrítica y ningún propósito de enmienda, la suerte está echada.
En la 18 corrida de otra temporada como grande –la grandeza se da en la bravura, en la combinación de toros y toreros y en el sentido de competencia de los alternantes, lo demás es de trámite– el inmenso coso volvió a su aspecto habitual: menos de un cuarto del aforo para otro cartel sacado de la manga o diseñado por el enemigo, denominado cartel de dinastías
, en el que participaron el hijo mayor de Paquirri, Francisco Rivera Ordóñez –ya con 42 años de edad, 20 de alternativa y 18 corridas toreadas el año pasado, antes de una doble cornada sufrida en la plaza de Huesca, en agosto–; Diego Silveti, en su tercera tarde en esta plaza –26 años, cinco de matador y 12 fechas en 2015–; Fermín Espinosa Armillita IV, también en su tercera comparecencia en la temporada –21, uno de alternativa y 18 corridas–, y Juan Pablo Llaguno, hijo del matador del mismo nombre –19 años, uno de matador y nueve festejos en 2015– para lidiar una corrida de extraño comportamiento en la que cuatro de los ocho toros recargaron en el puyazo –algo insólito en estos tiempos del pujal o puyazo fugaz en forma de ojal–, otros tantos acusaron debilidad en los remos o de plano alguna lesión en una mano o en un cuarto trasero, desluciendo la claridad de su embestida o acortando su recorrido. En cualquier caso, los banderilleros anduvieron perdidos toda la tarde y Javier Escalante Tristán sufrió fuertes golpes al intentar igualar un par al que abrió plaza.
Rivera Ordóñez sigue en el mismo tono que cuando vino a confirmar su alternativa hace 16 años: oficioso y empeñoso, pero sin lograr decir, o con el estilo del no estilo. Lances y muletazos esaboríos en ambos toros más tres y dos pinchazos respectivamente.
Silveti tiene buena suerte en los sorteos y puede decirse que ayer se llevó el lote menos malo. Se nota más imaginativo y suelto con el capote, más expresivo, sobre todo en los quites, mientras que con la muleta suele caer en el comportamiento del burel, y más si es soso. En su primero dejó cinco pinchazos y escuchó dos avisos y con su segundo se echó el capote a la espalda y ligó tres ceñidas gaoneras algo rápidas. Y vuelta a solemnidad inoportuna e ineficaz. Volvió a fallar con la espada y escuchó un aviso.
Algún bienintencionado le sugirió a Armillita IV que se hiciera de una suerte de capa o de muleta que lo identificara, pero él contestó que lo identificarían por su tauromaquia, lo que aún no logran ni el torero ni el público.
Lo más torero, consistente y memorable de la tarde corrió a cargo del queretano Juan Pablo Llaguno, quien lució los nueve festejos toreados en 2015 y demostró una evolución y refinamiento notables, sin mencionar su valor espartano. Posee un claro concepto del temple y lo lleva a cabo, se coloca con precisión y liga los muletazos con naturalidad y con verdad, hasta alcanzar niveles poéticos en algunas tandas. Si no pincha a su segundo le corta al menos una oreja. ¡Ahí hay una figura en cierne!