ecordemos…

Luis Javier Barroso Chávez, el famoso y querido Chacho, y quien esto escribe, nos reunimos para comentar sobre la actuación del común amigo y presidente de nuestra peña taurina, don Aurelio Pérez Sánchez, a la sazón mandamás de la fiesta en la capital, llevando como segundo de a bordo al matador retirado Curro Leal, quien había renunciado al traje de luces para organizar festejos taurinos en cosos de provincia.

Ambos estuvimos de acuerdo en que don Aurelio debía incorporar a su equipo taurino al entonces jovenazo Miguel Alemán Magnani por su manifiesta afición e interés por la fiesta en nuestro país, tomando en consideración que tanto éste como su padre eran socios de Televisa, en tanto que él era un ejecutivo de primera fila… y nada más.

Y nos reunimos.

Le hicimos ver la realidad de las cosas, lo que, a juzgar por lo sucedido a posteriori, no tomó en cuenta y, triste y desgraciadamente, sí que me dolió el alejamiento, aunque, justo es reconocerlo, continuó escribiendo en El Redondel con sus innegables conocimientos en la materia.

Y así siguieron las cosas por un buen rato. En ánimo de crecer en mis andanzas periodísticas y de hombre de negocios, mi socio Alberto de Icaza y yo organizamos la compra de una rotativa Goss Comunnity y de tres equipos de fotocomposición American Varityper. Para ello abrimos una cuenta en dólares en una sucursal del Banco de Comercio para poder pagar los compromisos contraídos, lo que en un principio fue un verdadero éxito, al imprimir varios periódicos –entre ellos el Boletín financiero y minero, el más antiguo del DF– y folletos, hasta que un buen día llegamos a un arreglo para imprimir La Jornada, cuyo primer número apareció el 19 de septiembre de 1984, negociación de corta duración debido a que ellos requerían de una rotativa de mayor capacidad pero, tal y como bien me lo comentó mi esposa, un día me acosté bien ricardo y me desperté en la chilla debido a que el dólar se había disparado 20 x 1, a 70 de los billetes verdes.

Vaya con Jolopillo…

Con miles de trabajos pudimos reestructurar la deuda y, en ánimo de la verdad, los gringos fueron todo comprensión y buena voluntad al ofrecernos mejores y mayores plazos, pero no, pudo más el orgullo nacional y cuando llegó a la grande el licenciado Miguel de la Madrid Hurtado, los 70 x 1 se volvieron miles x 1 y no hubo más remedio que vender la totalidad del equipo ante la imposibilidad de poder pagar las deudas.

Poco antes, De la Madrid me hizo llegar un mensaje por conducto de su jefe de prensa, Manuel Alonso, “al Redondel hay que hacerlo pedazos por haber ayudado a un periódico rojillo como La Jornada”, lo que poco después me corroboró el periodista Josafat de Aquino.

Y ya no más.

De aquellos nefastos días y de aquellos dos nefastos presidentes no quiero escribir una sola palabra más.

Casi acaban con México.

En esas andaba, sin talleres, sin periódico, sin revistas, sin dinero, viviendo un verdadero calvario.

¿Qué sería de mí?

* * *

Dios me ayudó.

Cuando convertí El Redondel de periódico a revista, tras las perversidades y desatinos de aquellos dos presidentes, conocí al estupendo aficionado, publicista y posteriormente cronista taurino Felipe Díaz y a su esposa, María de la Luz. Ella pasó a colaborar conmigo en ventas de publicidad –con gran éxito por cierto– y en una de tantas visitas a las agencias conocí al licenciado Juan Okie González, propietario de Comunicaciones Creativas, que más tarde cambiaría a Synapsis México, y que estaba más que enterado de la historia de El Redondel y me preguntó qué futuro tenía una publicación tan especializada; le dije que muy limitado por la poca información diaria de los medios de difusión.

Luego quiso saber qué había sido de la colección de El Redondel. Le dije que la tenía guardada, parte en mi casa y parte en la cajuela de mi auto.

–¡Ah!, eso sí que no, me dijo, en la parte superior de esta casa hay dos closets que no se utilizan, están vacíos y tráigase a El Redondel para acá.

Y no me lo dijo dos veces.

Continuará...

(AAB) [email protected]