Recordando a reformistas
arece concretarse la reforma política de la capital. Esto me ha hecho recordar el plebiscito de 93 y a personajes comprometidos con esa causa. ¡Han pasado más de 20 años! En 1993 Manuel Camacho anunció que habría una reforma política profunda en el Distrito Federal, Salinas estaba en el poder y eso sería su legado a los capitalinos. El viejo DF adquiría plena autonomía política, el regente se volvería gobernador y podría ser elegido por el voto ciudadano libre. A última hora Salinas dio marcha atrás.
Entonces surgió la iniciativa de un plebiscito capitalino que encabezó Demetrio Sodi (diputado del PRI en la asamblea de representantes). Convenció a asambleístas de los distintos partidos para que lo apoyaran: Amalia García y Pablo Gómez del PRD, Alejandro Díaz Durán del PRI y Patricia Garduño del PAN. Se acercó a muchos grupos que trabajamos sin partido en favor de la democratización del país y nos propuso formar un consejo ciudadano para el plebiscito. Nos entrevistamos con Manuel Camacho en diciembre 1992 para pedirle que empujara y no bloqueara el ejercicio.
Camacho estaba en favor de la reforma; le gustaba la idea del plebiscito, pero el momento del destape estaba muy próximo, y muchos cercanos a Salinas criticaban la apertura de Manuel: le podía costar la nominación. El comité ciudadano fue presidido por Federico Reyes Heroles y lo integramos unas 25 personas de todos los colores políticos. Recuerdo a grandes amigos, como Miguel Basáñez, hoy embajador en Estados Unidos; Santiago Creel, quien fue asesor jurídico; Francisco Cano Escalante; Rubén Aguilar, y por supuesto al gran Adolfo Aguilar Zínser, uno de los más activos. Nos tomó unas ocho semanas preparar el plebiscito. Tuvimos que remontar el bloqueo de los medios de comunicación. Contamos con el apoyo discreto de Camacho, pocos periódicos y espacios mínimos en la radio; la televisión hizo una campaña deliberada de desprestigio.
El 21 de marzo, tratando de vincularlo con la idea del resurgimiento de la primavera y el natalicio de Benito Juárez, logramos atraer a más de 320 mil ciudadanos que depositaron su voto en casillas organizadas y vigiladas por 15 mil voluntarios; el costo fue una centésima parte del gasto en una elección oficial. Gracias al apoyo de Enrique Calderón, Sergio Aguayo y Basáñez, publicamos el cómputo la misma noche del 21 de marzo. El 90 por ciento de los participantes quería un gobernador, pero sólo 66 por ciento que nos convirtiéramos en estado. Hoy, al rememorar aquella jornada llena de alegría, pienso en la lentitud de los cambios, en la accidentada trayectoria política de muchos de mis compañeros: 20 años de avances, retrocesos, victorias, fraudes, traiciones, mentiras. La roca del viejo poder está ahí, todavía, frente a nosotros.
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