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Los milicianos, sitiados y sin posibilidades de lanzar ofensiva desde el centro de la ciudad

El ejército sirio corta las líneas de suministro a los rebeldes en Alepo

Las comunidades chiítas de Nubl y Zahra, recuperadas por los soldados de Damasco

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Refugiados sirios que huyeron de Alepo a un campo en la ciudad de Azaz, cerca de la frontera con TurquíaFoto Afp
The Independent
Periódico La Jornada
Domingo 7 de febrero de 2016, p. 17

Luego de perder 60 mil soldados en cinco años de combates, el ejército sirio se ha apuntado de pronto su mayor victoria de la guerra, al abrirse paso a través de Jabhat al-Nusra y otras fuerzas rebeldes en torno a Alepo y sellar su destino, con apoyo de operaciones aéreas de Rusia en las afueras de la ciudad.

Las líneas de suministro rebeldes desde Turquía hacia Alepo han sido cortadas, pero esto no significa el fin de la historia. Durante muchos meses, las autoridades militares del régimen –junto con decenas de miles de civiles, entre ellos muchos cristianos– estuvieron atrapadas en Alepo, a merced de los bombardeos y fuego de mortero de los combatientes de Nusra, que las tuvieron rodeadas hasta que el ejército abrió la principal carretera en el sur.

Durante este periodo la única vía hacia Alepo era por aire, porque el ejército mantenía una minúscula península hacia el aeropuerto: yo volé una noche en un avión militar retacado de soldados sirios heridos.

Pero la situación ha cambiado. Ahora son los rebeldes los que están rodeados, junto con decenas de miles de civiles, en su sector de la ciudad… pero sin un aeropuerto que los sostenga.

Sobre la base de tantas otras batallas en esta guerra espantosa, es improbable que se produzca una ofensiva por el centro de esta gran ciudad siria; más bien será un sitio lento y desgastante para obligar a los insurgentes a rendirse.

En un giro irónico de la historia reciente, las dos aldeas chiítas de Nubl y Zahra –cuya población estuvo rodeada por los rebeldes y padeció hambre durante tres años, alimentada solo por lo que el ejército arrojaba desde el aire– han sido recuperadas por los militares sirios.

Los chiítas, correligionarios del pueblo alauita del que procede el presidente Bashar al-Assad, han sido arrinconados en varias aldeas de la región, aunque poco se ha informado de sus aflicciones.

Ahora la gente en la zona rebelde de Alepo sentirá el mismo aislamiento… y, sin duda, el fuego de proyectiles de sus sitiadores.

Siempre ha habido movimiento de personas entre los dos sectores de la ciudad. ¿Se cerrarán esos pasajes? ¿Y qué ocurrirá con los decenas de miles que marchan al norte, hacia Turquía?

Alepo, en sí, tardó en entrar en la guerra. Por una especie de milagro histórico se mantuvo separada del conflicto hasta 2012, cuando los rebeldes, creyendo que estaban en la ruta a Damasco, lograron infiltrarse en la antigua ciudad. Entonces sus calles fueron arrasadas en meses de combates. Ahora parece ser la primera de las grandes ciudades sirias que vuelve a manos del régimen. ¿Qué viene después? ¿La recaptura de la ciudad romana de Palmira? ¿Se despejarán las tierras en torno a Deera (famosa por Lawrence de Arabia)?

Y, lo que es mucho más dramático, ¿en qué tiempo el ejército sirio, sus aliados de Hezbolá y la fuerza aérea rusa emprenderán la marcha hacia Raqqa, la capital del Isis?

El Isis, que mantiene a Palmira, debe enterarse con profunda inquietud de los sucesos de las horas pasadas. El perdurable califato islámico sunita en Siria ya no parece tan perdurable. ¿Será por eso que los sunitas sauditas han ofrecido de pronto enviar tropas de tierra a Siria? ¿Y por qué los turcos están tan nerviosos? Dudo que alguien llore en el Irán chiíta.

Como quiera que sea, al ejército saudita le están royendo los pies en la oprobiosa guerra de Yemen. En cuanto a que los turcos envíen sus tropas de la OTAN a través de la frontera siria –presumiblemente a riesgo de ser atacados por los rusos–, es una pesadilla que tanto Washington como Moscú deben evitar. De otro modo nos encontraremos en otro momento como el de Gavrilo Princip, asesino del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. Y todos sabemos lo que ocurrió en 1914.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya