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En 90 piezas muestra una corriente estética que visualizó la contrariedad de la modernidad

Realistas de Madrid inunda de silencio y despojo el Museo Thyssen-Bornemisza
Foto
Elena, 1975, obra de Julio LópezFoto Armando Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 7 de febrero de 2016, p. 3

Madrid.

Una imagen en silencio, en plena fuga entre el despojo y la memoria. El Museo Thyssen-Bornemisza reúne por primera vez algunas de las obras más representativas de los denominados realistas madrileños, grupo de artistas liderados por Antonio López, que rompieron con su tiempo y con el informalismo dominante.

En 90 piezas, entre óleos, esculturas, relieves y dibujos, se muestra la perorata existencial de una corriente estética que visualizó casi de forma profética la dramática contrariedad de la modernidad ante un mundo industrializado y mecanizado, pero también en silencio y despojado.

Realistas de Madrid es el nombre de esta exposición que se inauguró el jueves pasado con la presencia de Antonio López y de otros de los integrantes del movimiento, casi todos amigos o familiares, como Amalia Avia, Francisco López, Julio López, María Moreno, Esperanza Parada e Isabel Quintanilla. Todos ellos coincidieron, en plena década de los años 50 del siglo pasado, cuando estaba en boga el informalismo abstracto, y crearon una escuela nueva que miró de frente sus propias inquietudes filosóficas, estéticas y humanas. Entre ellas, por supuesto, las preguntas sobre el devenir el hombre moderno, sus grandes e irresolubles contradicciones que se mostraban sin tapujos y desnudas en los grandes espacios urbanos o en los rincones más íntimos de las casas.

El propio Antonio López, el artista más representativo del grupo, lo explicaba así: Todos nosotros, Francisco y Julio López, María Moreno, Isabel Quintanilla, Carmen Laffón, tuvimos que reconstruir el lenguaje de lo figurativo, el lenguaje de representar la forma real. Todo eso se había dinamitado, había eclosionado, todo eso ya no era lo que había que hacer. Éramos como unas gentes que volvían a hacer, después de mucho tiempo, de nuevo, una nueva pintura, una nueva historia.

Guillermo Solana, director del museo madrileño, explicó durante la presentación que a pesar de todas las apreciaciones, ellos mismos aseguran que no pertenecen a ningún grupo artístico formal.

“No se identifican mucho con la etiqueta del Realismo y dicen que no son un grupo. Están unidos por su amistad, por lazos familiares, por coincidencias en su formación académica (casi todos estudiaron en la Academia de Bellas Artes de San Fernando), o por su amor hacia la literatura y la música. Pero yo defiendo la etiqueta de ‘Realistas en Madrid’, porque los Realismos existen y todos tienen algo en común, la definición general de Realismo: ‘La sensación de algo contemporáneo’.”

Dialéctica visual

La exposición está organizada por temas y va de lo íntimo a lo público, del bodegón a la ciudad, del plano corto, la escala pequeña y la proximidad, al gran formato y las vistas urbanas panorámicas. Y agrupados en los temas que todos comparten: el bodegón, el interior doméstico, las calles, la figura humana y la ciudad de Madrid. Entre otras piezas pueden apreciarse: Lavabo y espejo, de Antonio López (1967); Naturaleza muerta de la sandía, de María Moreno (1990); El cuarto de baño, de Antonio López (1966); Jardín, de Isabel Quintanilla (1966), y María, de Antonio López (1972), así como Madrid, de Antonio López (1960).

El crítico de arte Francisco Calvo Serraller explica la importancia de la muestra: El realismo de los realistas madrileños es sobremanera singular por haber ahondado en zonas de silencio y despojamiento hasta ahora casi inéditas, una actitud existencial genuinamente contemporánea desde el punto de vista simbólico, pero además con la peculiaridad de haberse involucrado en muchos de los problemas de análisis formal del siglo XX.

La muestra permanecerá hasta el próximo 22 de mayo.