o encubrirás. Spotlight (Reflector) es el nombre de la división de investigaciones del periódico The Boston Globe que en 2001 expuso a la luz pública el papel que jugó la arquidiócesis católica de la ciudad de Boston en el tenaz encubrimiento de delitos de abuso sexual a menores cometidos por algunos sacerdotes a lo largo de varias décadas. En total, 70 casos, todos documentados, algunos denunciados por las propias víctimas sobrevivientes.
En primera plana (Spotlight), película estadunidense de Tom McCarthy, refiere minuciosamente la labor del grupo de cinco periodistas, quienes con un muy comprometido editor a la cabeza, Marty Baron (Liev Schreiber), y con el jefe de la división interna Spotlight, Walter Robinson (Michael Keaton), se organiza como equipo de pesquisas casi detectivescas para entrevistar lo mismo a quienes de niños padecieron el abuso sexual, que a algunas de las autoridades eclesiásticas que, conociendo el delito, lo encubrieron celosamente con el fin de proteger el prestigio de la institución católica. El máximo responsable de dicha labor de encubrimiento de conductas ilícitas fue el cardenal Bernard F. Law, quien jamás fue castigado penalmente, sólo removido por el papa Juan Pablo II a la basílica de Santa María Maggiore en Roma, donde obtuvo un alto cargo y hasta la fecha permanece impune.
La novedad de la cinta de McCarthy, escrita por él y por el guionista John Singer, estriba en no incurrir en la explotación sensacionalista de los abusos a menores, y abocarse a la crónica de una difícil labor periodística que tiene como puntos más álgidos los dilemas morales de los propios participantes, algunos de ellos católicos practicantes, por la oposición entre su fe religiosa y la ética profesional que los obliga a llegar al fondo del asunto. Su delicada posición apenas difiere de la que vive la comunidad de Boston (en ese entonces, 53 por ciento católica) al enterarse del escándalo. Un personaje resume la situación: Si se requiere de todo un pueblo para educar a un niño, también se precisa de todo un pueblo para tolerar el abuso que padece
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Entre los periodistas involucrados en la denuncia del caso que años atrás enfrentó la indiferencia del propio diario, figuran en primer término Baron, el editor insobornable, y a lado suyo un Mark Rezendes (Mark Ruffalo) crecientemente indignado por la complicidad de las autoridades civiles y religiosas, y la impunidad de estas últimas. Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams) es la periodista acuciosa e insistente que conduce la mayoría de las entrevistas a las víctimas (adultos trastornados que hablan de su origen social modesto y de las familias disfuncionales que favorecieron la vulnerabilidad infantil ante el abuso continuo de los curas pederastas).
A diferencia de algunas de las cintas que en años anteriores han denunciado situaciones similares (la más reciente, la notable cinta chilena El club, de Pablo Larraín, 2015), lo que describe En primera plana es el maquiavélico entramado de complicidades e intereses que propician una conspiración de silencio en torno a los crímenes conocidos. El cardenal Bernard Law lo deja claro cuando habla de la irrenunciable defensa de los intereses de la comunidad bostoniana, colocados por encima de la suerte misma de las víctimas de los delitos sexuales. La confusión extrema de la madre de la periodista Pfeiffer –una mujer que asiste tres veces por semana a la iglesia– es el barómetro ideal de la gran zozobra colectiva ante el escándalo inimaginable.
La cinta, un intenso thriller confinado al interior de la redacción de un diario, revive las atmósferas febriles y asfixiantes de Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), sobre el caso Watergate, con los matices narrativos que hoy imponen series televisivas como Mad Men (Matthew Weiner, 2007-2015). Incluso aparece aquí John Slattery, un turbio personaje de la serie. La diferencia es que el viejo clima de corrupción viral, generalizada, ya no involucra sólo a políticos o empresarios venales, sino a los guías pastorales que todo creyente creía intachables. Al finalizar el recuento de crímenes y abusos que la jerarquía católica intentó minimizar en Boston –relativizando el horror, estigmatizando a las propias víctimas, protegiendo a criminales con sotana a los que transfería de una parroquia a otra en el largo carrusel de la impunidad– la cinta añade, como alusión inevitable, escándalos similares en Irlanda y en una extensa lista de ciudades estadunidenses y países en los que día a día se verifica el mismo mecanismo encubridor del delito sexual. La lista en los créditos finales incluye varias veces a México en lo que parecería un recordatorio oportuno para la agenda pastoral del papa Francisco en su próxima visita a nuestro país.
Un thriller ágil y novedoso, un señalamiento social insoslayable. Candidata a varios Óscares, será interesante valorar entonces su posible impacto mediático.
Twitter: @CarlosBonfil1