acri, la nueva estrella de la derecha regional. Hombre de pelo en pecho y mentiroso, los modos republicanos que prometió en campaña los han traducido en burla sistemática de la Constitución y las leyes. Vulnera obsesivamente el estado de derecho, supuestamente tan caro a sus patronos de Estados Unidos e Israel, del corporativo de medios Clarín, del libelo La Nación, así como del capital financiero, incluidos los democráticos fondos buitres a los que ya rinde pleitesía.
El ex gobernador de la ciudad de Buenos Aires ha firmado más decretos de necesidad y urgencia (DNU) en poco más de un mes que todos los emitidos por Cristina Fernández en dos mandatos presidenciales. Ninguno de ellos atiende circunstancias excepcionales como las que exige el texto constitucional, puesto que los temas abordados podían esperar a que el Congreso reinicie sesiones.
Los DNU macristas son típicos de una dictadura militar, como el nombramiento de los jueces de la Corte Suprema sin la aprobación del Senado por primera vez en la historia argentina, o la derogación de la Ley de Medios, intervención ilegal del órgano que la tutela y desmantelamiento del sistema de medios públicos. El nombramiento de los jueces provocó tal escándalo que debió retirarlo, presionado también por el fallo en contra de un juez federal. Sin embargo, en el caso de la Ley de Medios Macri ha hecho caso omiso de otro fallo semejante que tumba sus ukases.
Su ofensiva contra los trabajadores no tiene nada que envidiar a gobiernos neoliberales ortodoxos como el de Menem y los mexicanos. No me refiero sólo a los 18 mil empleados del Estado que ha enviado a la calle alegando mendazmente que cobran sin trabajar, a los muchos en lista de espera y a la represión iniciada contra la protesta social. También a los cientos de millones de dólares que en tan poco tiempo ha despojado al pueblo para transferirlos al gran capital financiero y al agronegocio, a través de medidas como la devaluación, la liberalización de los precios y la exención de impuestos a los exportadores del campo.
Típicamente dictatorial ha sido la salida del aire del prestigioso conductor y periodista Víctor Hugo Morales, arropado a las 48 horas por una multitud en Plaza de Mayo a la que llamó a rebelarse contra los atropellos macristas. El de Víctor Hugo era uno de los pocos espacios críticos que quedaba después del cierre de los públicos.
El nuevo hombre fuerte de Argentina, claro, cuenta con el silencio cómplice ante sus desmanes de los medios corporativos argentinos, latinoamericanos o internacionales como CNN en español. También del tal Almagro, nuevo secretario general de la pestilente OEA y reptil de alquiler de Washington.
Eso sí, esos mismos medios enfilan a toda hora sus baterías contra la Venezuela bolivariana de la manera más burda y grosera, al igual que lo hace Almagro en un vulgar acto de injerencia y doble rasero, convertido en vocero regional de la contrarrevolución venezolana.
En Venezuela ya el liderazgo contrarrevolucionario en la Asamblea Nacional tuvo que retroceder en su intento de desacato al Tribunal Supremo ante la firme y serena actitud de la minoritaria bancada chavista y el repudio popular, incentivado por su trato como basura de las imágenes de Bolívar y Chávez que presidían la Asamblea Nacional, también condenado enérgicamente por el alto mando militar encabezado por el general en jefe Vladimir Padrino, y criticada hasta por sectores de oposición.
Hay mayoría opositora en la Asamblea Nacional pero ello no expresa la correlación de fuerzas en la sociedad venezolana pues gran parte del pueblo es bolivariano y chavista, aun los que votaron equivocados o los muchos chavistas que se abstuvieron de votar agobiados por la escases y el burocratismo, e indignados por los casos de corrupción sin castigo; la fuerza armada nacional bolivariana es leal a la Constitución y de vocación antimperialista y socialista.
Ello no significa que el liderazgo chavista no enfrente el momento de mayor peligro para la revolución justo en ausencia del genio político de Chávez. Ha sido inteligente su contraofensiva que, es de suponer, incluya profunda autocrítica, paciencia, fortalecimiento de la dirección colectiva, continuar la transferencia de poder al pueblo y ante el embate opositor convocarlo a la calle, donde el chavismo es invencible.
En cuanto a Macri, no tardará en desinflarse y hasta podría ser derribado por una pueblada, como sugirió Atilio Boron, si continúa como va.
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