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Los Bítles atacan de nuevo
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Periódico La Jornada
Sábado 2 de enero de 2016, p. a12

En el envoltorio viene una etiqueta que dice: Asombrosa restauración y remezcla en estéreo y 5.1.

Y efectivamente, es asombroso lo que escuchamos.

El imperio Beatle contrataca.

Hay un nuevo disco de Los Beatles: se titula simplemente 1 y contiene 27 piezas que en su momento fueron número uno en las listas de popularidad.

Es un álbum doble: el primer cedé contiene audio solamente y el segundo es una colección fílmica formidable: un devedé con materiales, otra vez, asombrosos.

Por supuesto que no es una novedad discográfica. Se publicó por primera vez en 2000, para convertirse en el disco con mayor número de copias vendidas durante nueve años consecutivos. Millones y millones de ejemplares pasaron por la caja registradora.

Lo que sí es novedad es el sonido. Al tratarse de las piezas más conocidas de un grupo hiperconocido, la diferencia de sonido resulta muy evidente, tanto en las grabaciones de los años 60 como en las póstumas del grupo, a principios de los 70.

La nitidez del sonido permite apreciar más de cerca lo que ya sabíamos: que Ringo Starr es uno de los más grandes bateristas de la historia; que George Harrison es el alma musical del grupo, no solamente por su vocación espiritual, sino porque siempre ha puesto el sonido distintivo desde su guitarra cuasi anónima, porque los reflectores siempre iban hacia:

El famoso músico vegetariano don Polma Carne, extraordinario melodista, multinstrumentista, y su contraparte: don Juanito Lennin, ese locuaz abracadabrante maestro del humor, el desenfado, dueño del cantar feo pero efectivo.

Así que, en efecto, volvimos a comprar el mismo disco y es que el avance de la tecnología sigue operando a favor de la música.

La calidad de sonido de este álbum amerita retornar a una línea de tiempo que ahora se muestra nítida. Las distintas etapas de Los Bítles están aquí ordenadas de manera cronológica. Vemos por ejemplo a los niños Bíceps con sus melenitas y sus trajes negros entallados y sin cuello, convertirse en bigotitos recortados y suntuosas casacas a lo Mozart en su era sicodélica y luego barbados salvajes trepados en la azotea del edificio de Abbey Road en su despedida.

Y escuchamos y vemos el sonido fantástico del violonchelo en Eleanor Rigby, esa espléndida música de cámara, ese ayuntamiento feliz de la música rock con la música de concierto. El arte pop a todo lo que da: imágenes que juegan con el arte de Warhol, Lichtenstein y rinden homenaje a Magritte.

Por cierto, don Polma Carne se convirtió en uno de los más grandes coleccionistas de arte. Cuando hace algunos años se reunió una gran retrospectiva de Magritte en un museo de París, solamente faltó una obra clave: la manzana verde que pintó el artista y que Paul McCartney se negó a prestar para el disfrute público. Sus razones tendrá.

De vuelta al disco 1, en la siguiente pieza, Penny Lane, disfrutamos del sonido en primer plano, gracias a la formidable remasterización, de un trompetín o trompeta piccolo y en All you need is love de una orquesta de metales, dos violonchelos, un clavecín, un acordeón y entre el público-coro divisamos al buen Micky Jagger.

El devedé es un juego para armar. Las secuencias tienen telones a manera de carteles coloridos con el nombre de la pieza a escuchar, siempre con juegos en las letras. Por ejemplo para anunciar Hey Jude cambian a Hey Jules y en los big close up las cámaras se solazan en los ojos verde olivo de Pol, tocando un viejo piano vertical que suena a voces de ángeles y vemos a Yon con sus lentes redondos que habrían de pasar a la posteridad en la fotografía que tomó Yoko Onno de esos lentes ensangrentados, pues los llevaba puestos cuando se cometió el crimen de Estado en su contra.

El filme que acompaña a la pieza de George Harrison, Something, muestra a la hermosa joven inglesa Pattie Boyd, entonces esposa de Yorch y quien luego protagonizaría la pieza de Eric Clapton Layla. Pero esa es otra historia.

En Something, los cineastas en turno hicieron posar en paseos a las esposas del Cuarteto: Linda Eastman con McCartney; Maureen Starkey con Richard Starkey Jr, mejor conocido como Ringo Starr. Y Yoko con John.

Y así los entretelones de la historia, como el órgano magistral de Billy Preston en Let it Be (el título en cuestión jugueteó así: Let it), mientras Yoko toma vino blanco en el estudio de grabación y en Winding Road (así jugó el titulador) Paul activa un piano Blüttner y Billy Preston con él parafrasean a Bach y aquí la nitidez de sonido es francamente conmovedora.

Lo dicho. Los Bítles atacan de nuevo.

El Imperio Contrataca.

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