Marcovich: de sonidos únicos y heridas abiertas
esde que hace año y medio, el autor y guitarrista argen-mex Alejandro Marcovich dejó de integrar por segunda vez la exitosa banda mexicana de rock Caifanes (el grupo se disolvió en 1995, para reunirse en 2011 hasta hoy), su vida cambió para bien. Dice sentirse liberado, más alegre, lleno de energía ante nuevos desafíos artísticos: De seguir con aquéllos me sentiría anquilosado
. Su mejoría de salud, tras serle extirpado un tumor cerebral en 2010, lo tiene tan activo que sólo en 2015 editó un segundo disco solista, Alebrije, y la autobiografía Vida y música de Alejandro Marcovich. Sin embargo, tiene un pendiente todavía no resuelto por parte de Caifanes. En entrevista, habla del álbum y de los motivos del libro: desmentir las calumnias que se han vertido sobre él y denunciar cómo le han sido quitados sus derechos patrimoniales.
Alebrije y el estilo propio
Sobre Alebrije dice: “Las voces aquí son mías. Ya antes canté en los años 80 en Leviatán, banda de rock, con José Areán (hoy director orquestal). También canté con Las Insólitas Imágenes de Aurora (1984-1987, con Saúl Hernández y Alfonso André, también de Caifanes). Quizá por ser luego guitarrista de una banda tan conocida, no ubican mi voz, pero soy quien en Alebrije canta, compone, arregla, produce y toca la guitarra. Incluí canciones compuestas en 1984 y de poco antes de integrar Caifanes (1989); otras son de fines de los años 90, hasta rolas recientes. Hago una fusión de guitarra eléctrica con bolero, música tradicional argentina, mambo, cha cha chá. A diferencia de lo que hice con Caifanes, no parto de baladas de Hernández para ver cómo les meto algo latinoamericano, sino que compuse directamente sobre aquellos ritmos; algo que hice desde mi primer solista, Nocturnal (2003): en mis versiones a No volveré, Gracias a la vida o Canción mixteca, quité lo que ya se conoce de ellas, para arreglarlas como si las hubiera compuesto yo. La cereza del pastel en Alebrije es El elefante: misma letra que la original de Caifanes, reinterpretada en una declamación genial de Manuel El Loco Valdés”.
Marcovich se caracteriza por tener un estilo propio, distintivo, que abreva de la música tradicional: Desde Leviatán quise forjar una guitarra eléctrica latinoamericana, que no un rock latino como el de Carlos Santana. Mi reto era no parecerme a él, quien combina blues con ritmos afroantillanos. Busqué apegarme más al folclor sudamericano y mexicano, y bien que mal lo he logrado, pero lo sigo explorando; el trabajo no termina. Tampoco quería sonar a Jimmy Page o similares, pues me siento más cercano a Atahualpa Yupanqui, Charly García, Spinetta, Chava Flores
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Una autobiografía de hechos y denuncias
¿Por qué publicar una autobiografía a los 55 años? Marcovich: “No tenemos la vida comprada. Y creo que tenía un cúmulo de experiencias suficientes para hacerlo. También porque hay quien dice: ‘quiero tocar como tú’. Bueno, ahí está lo que hay detrás. No ha sido fácil. Hay mucho trabajo, estudio; buenas y malas vivencias”.
En oposición a lo expresado por Saúl Hernández a Notimex (http://bit.ly/1OosBLr ), quien acusa al guitarrista de ejecutar una campaña en su contra
, el libro busca, dice, desmentir la forma en que Hernández me ha estigmatizado desde 1995, año en que me echaron de Caifanes, porque empecé a querer ver contratos y pedir me aclararan cómo estaban las finanzas. La disquera salió luego con que el nombre Caifanes era suyo a escala patrimonial, pero no es así: sólo lo era a nivel promocional. Pidieron a Hernández y André ceder sus derechos y accedieron, pero yo no quise. No lo vi justo. Me mandaron a juicio por supuesto incumplimiento de contrato. Acabaron quitándome la parte del nombre y las regalías a las que tengo derecho. Para recuperarlas, debo pasar por la benevolencia de la compañía (antes BMG, ahora Sony). Pero, ¿por qué no pidieron también los derechos a Maldita Vecindad, Fobia, etcétera? ¿Por qué sólo a nosotros? Muy raro; porque desde 1998, Saúl posee el cien por ciento de los derechos del nombre y de los ingresos derivados. Esto es muy injusto, sobre todo para nuestros herederos. Al menos cuando yo estuve en la gira de rencuentro (2011-2013), a André, Diego Herrera, Sabo Romo y a mí nos pagó como empleados. Los cinco deberíamos tener el mismo derecho patrimonial
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Precisa: “Saúl dice que en 1996 yo pedí un millón de dólares para ceder mis derechos al nombre. Y no fue así. Sólo estimábamos el valor de la marca Caifanes. Porque no sólo aporté un sonido, sino la chamba que implica darle un alto valor comercial a la misma. Por ello, lo que hoy hace él es abusivo y tiránico. Hernández debería sentirse avergonzado por quedarse la ‘tierra’ que todos juntos trabajamos”.
Pero mientras esto se resuelve, se dice optimista, en otros aires creativos, afín a la música contemporánea, a la que ya se acercó (Nocturno eléctrico de Antonio Juan-Marcos): Artísticamente se abre ante mí un panorama muy amplio, lleno de retos
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Twitter: patipenaloza